”Café La Blanca en Ciudad de México”

”Café La Blanca en Ciudad de México”

Mis primeros recuerdos del “Centro” de la Capital de nuestro País fueron a finales de los años 50’tas., ya lo he narrado en varios “Gastando Zapatos” y en alguno de ellos mencioné también a “El Café La Blanca” situado en la Calle 5 De Mayo #40 Colonia Centro, CDMX., a escasas 2 cuadras de “La Catedral Metropolitana”, “…considerada como el punto más álgido de arte, arquitectura, y artesanía virreinal y colonial…”
“…Se dice que hay un túnel que conecta la “Catedral” con lo que resta del histórico “Templo Mayor”.

Por esa calle que conduce al Palacio de Bellas Artes, casi esquina con Isabel la Católica se ubica el tradicional y ya señalado “Café La Blanca” (“El comedor de la gran familia mexicana”) que no hace mucho visité a instancias de Paty Navarro, amiga y condiscípula de la “Universidad”, ya que comentándole que de chico mis padres me llevaban a esa “Cafetería” ella a su vez me platicó que su hermano José Ernesto (Pepe) era amigo de dos de los hijos del propietario y que desde estudiante frecuentaba “La Blanca” así que para recordar “viejas vivencias” decidimos entrar. 

Ya sentados Paty me presentó a uno de los amigos de su hermano, Guillermo Diez Suárez, (hoy uno de los dueños) a quien también le dije de las tantas veces que acompañado de mis padres iba ahí siendo niño y que desde aquel entonces a “la fecha” he seguido acudiendo. 

¡Guillermo interrumpió la conversación con el contador del establecimiento para entablar con nosotros un ameno relato histórico de “El Café”! 

No sin antes continuar escuchando cómo me acordaba del enorme reloj (“Nivada”) instalado arriba de “la puerta principal”, así como de “la barra” del frente en forma de “herradura”. Cómo olvidar (seguía relatándole) a los meseros colocando en cada mesa las paneras sobre los servilleteros ambos de un aluminio muy peculiar, resaltando que en aquellos años el servicio estaba atendido en su mayoría por varones con su clásico saco y camisa blanca en cuya bolsa sobresalía “un protector plástico de bolsillo para fugas de pluma/bolígrafo” (la mayoría anunciando baterías “Rayovac”).

Sin faltar su clásica corbata; casi todos traían un llavero al cinto con un destapador para utilizarlo frente al cliente que lo requiriera.

Posteriormente muy diligentes también las mujeres meseras, invariablemente de falda negra con medias del mismo color y con su cabello recogido para cuidar la asepsia. 

¡Quizá estas características eran muy usuales en “Cafés” y “Restaurantes” de la época, pero a mí como niño observador todo me llamaba la atención incluyendo el gran movimiento que tenía la Cafetería! 

Me gustaba probar “las rajas y zanahorias en escabeche” del recipiente que colocaban en el centro de la mesa y examinar “…”el mantel individual de papel” que cambiaban cada cierto tiempo y exhibía la historia del lugar, de recintos importantes de la Ciudad de México y el origen de algunas tradiciones mexicanas…”

He visto cómo algunos meseros ahora adultos empezaron trabajando allí desde muy jóvenes es decir, han prevalecido al paso de muchos años. Interesante conversar con ellos ya que en su mayoría están dispuestos a compartir sus experiencias positivas y muy enriquecedoras. Platicar con los mayores resulta aún más atractivo ya que se trata de vivencias relacionadas con un ¡México que se fue! …en el curso de la conversación con Guillermo, amablemente me obsequió una copia del compendio que realizaron sobre la historia de el “Café La Blanca” del que me valí para recabar algunos datos que me parecieron importantes: “Gracias Guillermo”.

Ahí leí que “un “Café” es un refugio, un refugio para quien lo visita y frecuenta…”

Será ésa la razón por la que “…muchos dicen que en “La Blanca” se sirve uno de los cafés lecheros más adictivos…”???; luego no es de extrañarse el que por aquí hayan pasado muchos personajes famosos de la historia (“..plasmados en las múltiples fotografías de antaño que llenan las paredes, atestiguando la presencia de un sitio célebre con más de un siglo de existencia…”) incluyendo a varios Presidentes de la República, Líderes Sindicales, Empleados Públicos y Privados; está la visita del Presidente John F. Kennedy y en otra la del Presidente Harry S. Truman. 

Era punto de reunión de escritores refugiados españoles, de intelectuales, periodistas, escritores mexicanos como Carlos Monsiváis o poetas como Andrés Henestrosa; de asiduos lectores universitarios que adquirían obras en las librerías de 5 de Mayo y Tacuba, igual que en “La Librería Hispania” que anunciaba tener “grandes éxitos de Vasconcelos” o en “La Librería de José Porrúa e hijos” bajo el precepto de “Cultura al alcance de todos”. Clientes y propietarios habituales asistentes del “Café La Blanca”.

¡Sitio preferido por muchas familias y por qué no, también había cabida para parejas de enamorados!

En 1915, el español Higinio Gutiérrez Peláez abrió un expendio de leche primero con el nombre de “La Española” en la Cerrada de Jesús #11 y luego en Cinco de Mayo 38 con el nombre de su rancho en Texcoco, Estado de México: “La Blanca Asturiana” (en honor a su “tierrina” Asturias). Con el paso del tiempo en ese local y con el logo de una vaca, comenzaron a ofrecer otros alimentos.

Para 1943 Marciano Diez y Diez y asociados, compraron el negocio para ampliar el menú y el espacio. Fue en esa década que se mudaron a su local vigente en el número 40 de la misma calle, un edificio construido en 1870 que antes albergó al “Hotel Comonfort”.

La antes dicha copia que me regaló Guillermo tiene información muy interesante y abundante sobre la historia no solo del “Café La Blanca” sino de los muchos establecimientos que durante más de un siglo existieron en la Calle 5 de Mayo (de la cual narré en mi reciente “Gastando Zapatos”).

Una nota que me atrajo, en principio por la similitud con mi apellido, es la de

“…John Ross decano estadunidense de los corresponsales en México; poeta, novelista, periodista y entre sus múltiples actividades, parroquiano frecuente que por 25 años investigó y escribió sobre los antecedentes de “La Blanca”…”

Aparte del emblemático “Café La Blanca” ya he relatado en “Gastando Zapatos” sobre varios establecimientos de gastronomía, sobre todo del Centro Histórico de la CDMX.

¡Ahhh en cuanto pueda regresaré, aparte de a consumir recuerdos, a tener cuidado con un escalón “extraño” que está de camino al baño!
¡Upsss!

De seguro existen sabores y olores que al mezclarse explotan en mi mente como imborrables vivencias de mi niñez estando en aquellos sitios de la Capital de Nuestro País (en la segunda mitad del siglo pasado). 

Quizá ello influye en mi gusto por el “Cine Mexicano” de la llamada “Época de Oro”.

Cintas rodadas por connotados talentos de “la lente” en los “Estudios” pero sobre todo las que se filmaban en escenarios naturales del México Urbano, (dijera Juan Gabriel)
“El México que se nos fue”:
“…Cómo ha cambiado mi pueblo,
mi pueblo ya no es el mismo
de aquel pueblo tan hermoso
al de hoy hay un abismo…”

“Crisol de recuerdos, tabernáculo de anécdotas, estampa invencible, el “Café La Blanca” pareciera intacto más de un siglo después…”
Alberto Barranco Chavarría

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