“Cafetería La Veiga”

“Cafetería La Veiga”

Más que una Cafetería era un Restaurante tipo español, como otros tantos “Cafés” en nuestro Continente que he podido conocer “Gastando Zapatos”.

“…Empezó como una acreditada panadería y pastelería, inaugurada en 1954, pero obtuvo su fama mayor por el restaurante adjunto, al estilo español (repito) de las que aún hay algunos en el Centro de la Ciudad…” (mencionadas en varios de mis “escritos”).

Era finales de los años 60’tas. cuando por primera vez llegué a “La Veiga” invitado por mi hermano Marco Antonio (en su auto “Falcon” color oro quemado).

Veníamos de Córdoba con el fin de que él arreglara asuntos pendientes en la Ciudad de México. Ubicada en Insurgentes Sur a unos pasos de la esquina de Félix Cuevas, casi contigua a aquella tienda departamental “París Londres” y muy cerca de él “Parque Hundido” en la Colonia Extremadura-Insurgentes.

Era un Restaurante que estaba abierto varias horas al día y como señalé anteriormente tenía su Panadería de cuyo horno salía el exquisito “bolillo” caliente y crujiente así como “el pan de dulce” que se colocaban dentro de una “panera” en cada mesa, al igual que los ”clásicos chiles en vinagre”; vendía también “ultramarinos” y anexo estaba una “Farmacia”.

La entrada al estacionamiento era a través de un acceso angosto; lo más cómodo por ser más amplio, era ingresar por la calle lateral “Carracci” que era donde Marco Antonio solía dejar el auto. A un costado estaba un lavado de autos; por ahí años más tarde se ubicaría una tienda española en la que mi cuñada Tichi gustaba comprar ropa para sus hijos a la usanza de aquella época.

Otras de las características de “La Veiga” era la rapidez en el “servicio”. El café era lo primero que servían en la mesa ya fuera de mañana, en la tarde y después de la comida. La loza (si la memoria no me traiciona) era de un material tipo “melamina color crema” ¡típico de aquellos años!.

Aún me saboreo los desayunos de “huevos a la mexicana” con frijoles bayos “güeros” refritos, acompañados del “bolillo” que ya referí. Igualmente para la merienda una ricas “enchiladas verdes” o unas “suizas” y en ocasiones pedía una “milanesa con papas fritas y rodajas de tomate”. Cuando estaba algo inapetente sólo ordenaba unos molletes con la clásica “pico de gallo” que aderezaba con “aceite de oliva”.

¡Uiiiiiii…cómo si lo estuviera viviendo!

Los años transcurrieron llegué a la “Capital” (lo he comentado muchas veces) a realizar mis estudios universitarios y vivir, casualmente, del otro lado del mencionado “Parque Hundido”.

Conociendo la exquisita cocina de “La Veiga” calculaba el presupuesto del mes y apartaba unos pesos para escabullirme allá por lo menos una vez al trimestre. Un gustazo poder saborear algún platillo diferente a aquellos “caseros” de la “Pensión de Pupilos”; además de que entonces no tenía problemas de sobrepeso ni de edad.

El Restaurante no era caro, el que no tenía dinero para esos “antojos” era yo. Ja!

¡Ahhh cuando llegaba un familiar a México o me invitaba Marco Antonio (que ya vivía con su familia allá) era aquello un banquete para mi paladar!

Había otro platillo que disfrutaba mucho (que estaba incluido dentro de “la carta” de otros restaurantes) y que hoy en día no lo he vuelto a encontrar el: “Panaché de Verduras” (término de origen francés).

Plato preparado con diversas verduras cocidas que tenían su toque especial ya que las servían en un patón cada una por separada es decir: por un lado los ejotes, en otro montoncito los chícharos, en otro las zanahorias, las papas, los chayotes básicamente, aunque algunas veces se alternaban con col o garbanzos.

Cocción caliente que se colocaba junto con las botellitas de “aceite de oliva” y “vinagre”. Yo solo le rociaba el aceite, sin faltar el consabido bolillo.

¡Lo más curioso es que por aquellos años yo no era afecto a las verduras y sin embargo ese platillo me gustaba mucho!

Igualmente, siendo novio de Dolores, en cuanto teníamos oportunidad íbamos a “La Veiga” a cenar.

“…La Veiga” –que tomó su nombre de una comunidad gallega– era referencia y sitio de encuentro, escenario de animadas tertulias y meriendas familiares, olorosa a café, que ofrecía una carta de platillos limitada, pero de muy buen gusto…”.

¡Qué hasta una torta era rica!

A un costado de “La Panadería”, estaban esos típicos “pollos rostizados” (no recuerdo haberlos probado) pero que seguramente sabían de “rechupete”.

“La Veiga” Restaurante nada sofisticado con ese estilo descrito al principio, un caso de gran éxito en sus diferentes tipos de negocios y que por alguna razón desconocida (para mi) “cerró sus puertas” a principios de los noventa. Un ícono perdido, uno de los establecimientos emblemáticos durante 40 años. Lugar entrañable del México que viví en aquellos años 70’s. del siglo pasado.

Hoy se dan los últimos toques a una torre corporativa y pocos sabemos que ese espacio fue ocupado por: “El Restaurante Cafetería La Veiga”

“Aquí podrás comer como en casa, pero no tendrás que lavar la vajilla”

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Luis Eduardo Ros

1 comentario en «“Cafetería La Veiga”»

  1. Me encantó la reseña que haces de este icono de los años 60’s yo lo recuerdo en mi infancia pues mi papá trabajaba cerca y los días de quincena llevaba pan de la Veiga para merendar, lo esperábamos con ansia , y por supuesto los pollos dando vueltas eternas en el rostizador.
    Te felicito por tu iniciativa
    Un saludo desde Tijuana

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