Corrían los finales de los 60’s.
En ese grupo de amigos que salíamos a gastar gasolina y llantas, en los diferentes autos de cada uno, en aquella Córdoba, nos guardábamos unas monedas para el fin de semana e ir a la calle 1 entre avenidas 2 y 4, casi enfrente de la casa de Alfredo Zamorano, amigo de la familia.
La primer taquería en Córdoba que presentó e introdujo los famosos «tacos al pastor»: » Los Pimentel » atendido por unas hermanas que siempre estaban «al pie del cañón». Recuerdo a su mesera Imelda ( señora muy atenta ) que invariablemente nos servía y que vivía en la Ciudad de Orizaba, yendo y viniendo diariamente ( todavía no estaba la autopista entre ambas ciudades), ¡pesado para ella!.
«Los Pimentel» eran la novedad en la ciudad en materia de tacos, aunque yo me aficioné a comer «pozole», platillo que no se acostumbraba en mi casa (porque en su mayoría eran recetas de la cocina poblana por ser mi madre oriunda de ese estado), posteriormente ella investigó la receta y aprendió a cocinarlo para darle gusto al más pequeño de sus hijos …
Pues, como dije, lo más famoso en «Los Pimentel» eran los «tacos de pastor», hoy parece que los estoy viendo, oliendo y saboreándolos.
Recorríamos kilómetros por las «Lomas de Huilango» esas tardes, para culminar el fin de semana llegando a la taquería a comer los del «Pastor».
Transcurrieron unos añitos y fui a la Capital Azteca a realizar mis estudios universitarios en LaSalle en la colonia Condesa , curioso entre las calles de los «Benjamines»: Benjamín Franklin y Benjamín Hill, aunque yo ingresaba por una pequeña calle de Fco. Murguía. Una etapa muy interesante, como dijera Alberto Cortés en su canción :
» cuando le dije a mi padre, que me iba a echar a volar…»
Me separaba de vivir con los padres, un joven cargando una maleta llena de ilusiones y sueños por la vida, ciertamente ir a la universidad a recibir conocimientos y teorías, pero el mayor conocimiento fue el aprendizaje de la vida.
Ahí, a unas cuadras en la calle de Campeche, conocí «El Tizoncito» una taquería en ese entonces únicamente de «tacos al pastor». Con la economía de un estudiante, y fuera de casa, había que administrar y cuidar los pe$itos, las visitas eran esporádicas, cada taco costaba la fabulosa cantidad de $ 1 peso; en el bolsillo no había muchos, pero en el estómago había una capacidad de comer impresionante, ¡comía y comía !
Resultaba maravilloso recibir en México la visita de alguno de mis hermanos: Pepe, Roberto…
o ver a Chava o Maruca en Córdoba cuando yo iba y recibir el apoyo a mi cartera de parte de ellos, así como de Marco en la capital. Con éso separaba unos pe$itos para mi siguiente visita a «El Tizoncito»… sirvan estas líneas para agradecer a mis hermanos el apoyo que recibí en ese tiempo de estudiante… Es un recuerdo lindo y mi estómago y mente lo valoraban mucho.
Pues ya en la taquería me «amarchanté» con un taquero «fuera de serie»: bajo de estatura, con unos brazos como los de «Popeye» (apenas si podía entrar en la camisa), manga corta estrangulando los biceps entallando el uniforme de «El Tizoncito», su mandil blanco, un gorro tipo conscripto, también, en color blanco y ya frente al trompo de carne, coronado por una piña, con las salsas al lado derecho y dando las espaldas a los hambrientos y desesperados comensales, ¡resultaba todo un espectáculo!.
Una agilidad de cirquero para cortar la carne, ponerle cebolla y/o cilantro, alguna salsa y lo que llamaría la cereza del pastel, vendría siendo la piña sudando su juguito.
A menudo hacía movimientos con el cuchillo largo para asentar el filo con una lima redonda.
Este personaje, que su nombre empezaba con B, era un prodigio de la memoria; los que estaban atrás con plato en la mano al pedir el primer taco (que así era lo normal para que no se enfriaran) preguntaba el taquero : ¿ cómo lo quiere ?…
Se escuchaba: …
Cebolla, salsa verde y piña.
Cebolla, cilantro, roja, sin piña.
Cilantro, verde y piña.
Con todo y roja….
¡Y cada uno diferente !
Lo difícil no era memorizar un número determinado, sino era infinito ya que cuando uno se iba llegaba otro con diferente requerimiento, él no volteaba, despachaba y colocaba el taco en el plato de acuerdo a la solicitud, y cuando alguien cambiaba de lugar le decía…
«¿ qué pasoooo amigo ?» «¡No se mueva, no se cambie !» Y con tono de broma complementaba :
«¡… No juegue !»
Llegué a contar 13 atrás de él en semicírculo … ¡Impresionante!.
Surtía y daba «el show» en la forma de hacerlo y siempre hablando, saludando…
«¡Hola amiga!»
«¡Gracias amigo!»
«¡Adiós amigo!»
«¿Cuánto tiempo sin venir ?»
«¡Qué esté bien !»
«¡Qué te vaya bien !»
«¡Felicidades amigo ! «
«¡ Con todos tenía qué ver !»
¡Ahhhh el hombre vivía en Cuernavaca y diario iba y venía, terminaba 2/3 de la mañana ( en fin de semana más tarde ), se regresaba en la madrugada, llegaba por ahí de las 7, a dormir, se levantaba a comer e iba a México 2/3 de la tarde, para a las 6 estar listo a otra faena de trabajo!. Qué curioso resultó que tanto Imelda como el taquero no vivían en la ciudad donde trabajaban; si es raro este caso todavía más que fueran los dos, dependientes de dichas taquearías.
En la pensión de estudiantes donde yo vivía, llegó un japonés ,Yutaka, a estudiar español, ( ya tenía 8 años de estudiar en Japón ) e iba a la UNAM a clases para entender la idiosincrasia del mexicano y que al regresar a Japón entendendiera mejor al país con el que su empresa tenía relaciones comerciales y así poderles vender mejor. Recuerdo que tomaba una clase que se titulaba: » Problemas económicos, políticos y sociales de México» ¡ah que nipones!, pues este amigo del Lejano Oriente se aficionó a comer tacos al pastor. Lo llevé a conocer «El Tizoncito» y le ofreció trabajo y participación en el negocio al taquero. De manera simpática comía l»los cebollines» enteros: empezaba por la cabeza de la cebolla y se seguía y seguía con todo y cola, ¡todo lo verde se lo comía al fin verdura!
Déjame contarte que cuando éramos estudiantes iba con un amigo, el igual se ponía atrás y le servía como a cualquiera, pero él ¡se comía el taco envuelto ! ¿ cómo ?…¡ se lo comía con todo y papel de estraza! salía a comerlo a un costado de un arbolito en la acera de la calle Campeche, regresaba y se formaba en el mismo lugar y es que para pagar uno se acercaba a la caja, contaban los papelitos y dependiendo del número de éstos (más el costo de alguna bebida) ése era el cobro.
Un papel era igual a un taco o sea el papel valía $ 1 peso; él entregaba un plato con pocos papeles ( una especie de «Panamá papers» ).
He vuelto a ver a mi amigo y a la fecha no reconoce ese episodio de su vida de estudiante, dice que «son puros inventos míos», y que «tampoco recuerda, al día siguiente, las visitas frecuentes al WC»…¡ los estragos del papel en su estómago, creo que más de una vez le costó más la medicina que lo que se ahorró en «El Tizoncito». Mejor se hubiera comido los cebollines como el japonés…. Jajaja
Pues el de ojos rasgados no convenció al taquero de irse al Japón y mi amigo el taquero continuó ¡por años! Yo me fui de México y casi 20 años después, trabajando en Turismo de Veracruz un día, después de una junta con Sectur, andaba por la Colonia Condesa le pedí a Alberto ( el conductor) que se dirigiera a la calle de Campeche casi con Tamaulipas, previamente en el camino le conté la historia y le comenté:
¿ a ver si se acuerda de mí ?…
«¡Holaaaaaaa !» ….Al verme …
«¿ Qué dice Veracruz ?»
«¡ Cuánto tiempo sin vernos !»
Ahí Alberto se fue de espaldas … ¡veinte años después !
¡Qué impresión de memoria, habló, hablé, hablamos …!
Recordando surgió el comentario que una noche que fui con Dolores, de novios, me comí 36 tacos; el récord eran ¡48 tacos !
Había el reto que quien rompiera el récord no pagaba… ¡Nunca llegué…!
Pero ¡qué ricos los del pastor tanto en «Los Pimentel» como en «El Tizoncito»! a ambos lugares llevé a mi madre: en el primero para significar el pozole que aprendió a cocinar, como muestra de el amor de una madre por el hijo, el segundo enseñarle el rincón como estudiante en la cuidad de México lejos del hogar de mis padres …
¡»Que ricos son los tacos al pastor «.!..
Para mí me los das con cebolla, salsa roja y piña , ¡sin cilantro ! mmmmmm