En el 2004, después de conocer en Caracas al «Secretario de la Corporación de Turismo del Estado del Amazonas», me invitó a viajar por su territorio para dar una conferencia que resultó muy interesante dado que la audiencia procedía de diferentes puntos de la Región.
Al terminar se acercó una pareja que venían de «La Gran Sabana» (apróx. de mi edad) y me dijeron :
“¿cómo se siente?
¡porque se ve extenuado!
¡En su «ponencia» prácticamente se volcó;
gracias por compartirnos sus conocimientos y experiencias que seguro los aplicaremos en nuestro quehacer cotidiano!
¡»A cambio queremos brindarle una sesión de terapia «a cuatro manos» que le ayudará a reponerse”!.
En menos de una hora estaba instalado en la cama de mi hotel y ellos listos para empezar su trabajo.
(ambos se dedicaban al «Turismo de Aventura» y de manera complementaria eran «Terapeutas Profesionales»).
Durante el tratamiento él comentaba:
“se ve que en su labor como conferencista entrega toda su energía, por éso queda literalmente «molido». Yo le recomiendo mesura, que modere el tiempo que le dedica a cada exposición»
A lo que la esposa refutó:
«¡No estoy de acuerdo!».
«De hacerlo perdería su esencia, su forma de expresarse;
para mi que debe conservar ese «estilo que lo caracteriza».
Él continuó:
«Mi objetivo fue explicarle la razón de su evidente fatiga y mostrarle unos ejercicios para recuperar las fuerzas perdidas”.
Aunque ya lo había observado no se me ocurrió reflexionarlo «a ese nivel», pero si me percataba que cuando impartía alguna charla sin «la dedicación» acostumbrada ¡quedaba a disgusto!
«Nadie puede salir de su individualidad».
(Arthur Schopenhauer)
¡Me gusta comunicar!
(quienes me conocen lo saben de sobra ¡Ja! )
Empecé desde «cuarto de primaria» cuando «daba Catecismo” guiado por mi querido y siempre recordado «Hermano La Sallista» Demetrio Romano (Q.E.P.D.) pero ése…..¡ése es otro tema!.
Después del viaje a «Puerto Ayacucho» (capital de Amazonas)
fui invitado a hacer un “Estudio de Impacto del Turismo en la Selva tropical más grande del mundo»
(ya que se había tenido una experiencia negativa y triste de turistas norteamericanos por su abusiva conducta con «comunidades de los Indígenas Pemones»).
“Cuando conectamos la educación con el turismo, estamos uniendo dos fuerzas que pueden hacer de este mundo, un lugar mejor”.
(Taleb Rifai)
Con el fin de realizar dicho «estudio» se preparó una expedición a la selva cuyos pasajeros eran:
el motorista (o conductor de la barcaza) con su pequeño hijo (parecido a “Condorito” ) y un asistente,
dos empleados gubernamentales como coordinadores del viaje,
un matrimonio alemán,
dos jóvenes de Caracas y yo.
Esa barca tenía 17 mts. de largo (muy laaargggaaa), en el centro llevaba un techo de palma a «dos aguas».
Luego de que se definió el horario para embarcar tuve que esperar casi cuatro horas debido a que era difícil conseguir el combustible para la travesía (ya que nos encontrábamos en «el punto fronterizo tripartito entre Colombia, Brasil y Venezuela») por el tema de “la guerrilla”.
Resaltaría que para trasladarnos al muelle nos subimos en «la batea» de una «pick up» (“desvencijada”) donde iba sentado sobre una hielera grande de espaldas a la cabina de la camioneta. Con la velocidad, el «traqueteo» y el aire en un momento salieron «volando» mis lentes cayendo sobre la carretera; ante la poca vista que me quedaba me percaté que uno de los vehículos que venía atrás pasaba encima de mis anteojos ¡haciéndolos trizas!
(en lo sucesivo viajaría a «media visión»).
Pasamos por varios «retenes» y aunque nos acompañaba personal de Gobierno, eran “molestos” ¡por aquello del combustible!
¡Finalmente embarcamos después de subir gasolina, víveres y pertenencias!.
¡Por si fuera poco el motor no “arrancaba” ya que las bujías estaban mojadas!
¡Uuuffff !otra hora más y por fin…. ¡a navegar!.
Conforme avanzábamos se asomaban (fantásticos y místicos) los “Tepuyes”
(¡las elevaciones de montañas más antiguas del mundo!)
«Mesetas en lo alto con paredes verticales que cambian de color por la antigüedad».
«Tepuy» (montaña en dialecto «pemón»).
Navegábamos y navegábamos incluso comimos ahí …
Dice un refrán en cacería :
“si sales tarde, llegas tarde»…. y empezó a oscurecer.
¡Hermoso atardecer con diferentes contrastes producidos por el agua y los verdes de la selva!
”Condorito” caminaba de proa a popa (ida y regreso) sobre el borde del “bongo”/lancha…..típico de un niño inquieto y aburrido.
Me acosté para observar el firmamento a través del techo a la vez que, «parando oreja», escuché al «capitán» decir:
” yo este «Río» me lo conozco («como la palma de mi mano») de día y de noche”.
No habían transcurrido ni 5 minutos cuando la “la lancha hizo agua”. Se volteó debido a que golpeó contra unas lajas enormes (piedras de 200 mts. o más) que por la «temporada de secas” y al bajar el nivel del agua surgen en el «Río»..
¡Y A NADAR!.
El bote de madera flotaba de lado, así como un tanque de combustible cerrado, hieleras, las pertenencias de cada uno;
por ahí unos tenis, tomates, cebollas, chanclas, etc.
¡El motor (de tamaño grande) fue a dar sobre la piedra!
¡Todos a movilizarnos y a salvar lo que podíamos auxiliados por la luz de la «luna»!. Nadábamos y trepábamos lo que cargábamos sobre la enorme laja.
Al acercarme al conductor que se esforzaba por “echar a andar” el motor, percibí «olor a alcohol». Su asistente, molesto, me contó que el hombre traía entre estómago y cabeza:
¡dos litros de aguardiente anisado!
De ahí que, aunque “se las diera de muy salsa”, en ese grado de embriaguez poco podía hacer…
Durante la larga travesía «fue echándose sus alipuses» sin que nosotros nos percatáramos.
Cerca del percance estaba una «comunidad» que nos vio y acudieron a ayudarnos.
(como cuando uno transita en carretera nunca se ve gente, pero basta que suceda un accidente surgen «solícitos» como por «arte de magia»). ….trasladándonos a su aldea en sus rústicas canoas .
Afortunadamente había algunos que hablaban español y me pudieron decir muy “quitados de la pena” :
“aquí por las mañanas en esta época se asolean los caimanes”
¡Uuuuy! en ese momento me puse «un poco nervioso” imaginando las fauces de cualquiera de esos amigables reptiles.
¡Todo estaba mojado, entre otras prendas las toallas de cada uno!
En medio de la noche intentábamos, a «media luz», agitar la ropa para que se oreara.
El asistente hacía las veces de cocinero (muy rico sazón):
había pescado del «Río» y… ¡a cenar !
para luego cansados de «tanto trajín» ¡ disponernos a dormir!
(lógico con la ropa húmeda).
Ahí las camas no se conocen así que había que preparar
“el chinchorro” (nombre que le dan a la hamaca por aquellas latitudes)
en el «País» donde «viera la luz primera»:
«El Libertador» Simón Bolívar.
Como ya tenía una experiencia fallida por no saber cómo colocarme en ese tipo de «columpios» (hamacas), en esta ocasión recordé que hay que acomodarse transversalmente al tejido para descansar y
«dormir a pierna suelta»
Después de un largo día, lleno de acontecimientos y vicisitudes, no «Gasté Zapatos” pero si acumulé «experiencias».
«La existencia es el primer bien:
y el segundo es el modo de existir.»
Simón Bolívar,
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*Nota: Algunas imagenes fueron recolectadas de internet, el objetivo es representar con dichas imagenes lo escrito, ya que no siempre me es posible utilizar imagenes propias debido a su antigüedad o calidad de las mimas.