”Gandía y Madrid con la Familia De la Vega Ros”

”Gandía y Madrid con la Familia De la Vega Ros”

…Ya repuesto de mis “malestares” (que mencioné en mi anterior “reseña”) con mi hermana Chata y familia, al igual que con mi hermana Maruca e hijos, (de vacaciones procedentes de Córdoba. Ver.,Méx.) salíamos a “Gastar Zapatos” en Gandía y neumáticos en sus alrededores.

Como los “turistas” ya tenían fecha de regreso a México, planeamos un viaje a Madrid y “cercanías” para que visitaran algunos de los lugares que yo había tenido oportunidad de conocer. 

Así que salimos de Gandía en tren a Valencia; aquel tren de “vía angosta”, narré, en el que llegamos Octavio y yo meses atrás a dejar “el altero de maletas”.

En Valencia rentamos un auto y esta vez “conmigo al volante” (ahora no tendría relevo) tomamos carretera rumbo a Madrid.

Pasamos por Albacete (por enésima vez recordé la navaja que tanto usé durante el tiempo que “Gasté Zapatos” por aquellos Países de Europa en aquel 1977). Luego pasamos a un costado de Cuenca (“…una de las pocas ciudades de España catalogadas como “Patrimonio de la Humanidad”. Sus famosas “Casas Colgadas o Casas del Rey” han contribuido a tal reconocimiento, pues desde siempre han sido un enclave inevitablemente ligado a la historia de la ciudad…”)

A buena hora llegamos a Madrid encontrando alojamiento en un hostal.

Por dos días “Gastamos Zapatos” en “La Capital” visitando:
”El Retiro”, donde estuvimos remando; “La Rosaleda”, “El Museo del Prado”, “La Puerta de Alcalá”, La Puerta del Sol“, “La Plaza de Cibeles”, “La fuente de Neptuno”, El paseo de la Castellana”, “El Estadio Santiago Bernabéu”, “La Gran Vía”, “La Plaza de España”, “La Plaza Mayor”, “Lavapiés: el barrio madrileño del “arte urbano”, donde en ese entonces todavía estaba la estatua de Agustín Lara. (“…una reproducción de la que está en malecón del “Puerto de Veracruz”, donada por México a España…”). “La Glorieta de Atocha” (“…el entramado de pasos a distinto nivel que se entrecruzaban sobre “la glorieta” era conocido en esa época como el “SCALEXTRIC de Atocha”…”)

Con el coche rentado teníamos la facilidad de andar “de arriba para abajo” y la ventaja de que hacía muy poco (como señalé antes) me había paseado por muchos sitos en “Los Madriles”.

Fuimos un día a Toledo y al día siguiente a “El Escorial” (que, además de haberlo visitado con los amigos, lo conocía bien a través de las lecturas y fotos que mi papá me mostraba de uno de sus legendarios libros.) …y al “Valle de los Caídos”. Posteriormente comimos en “La Granja”. Ahí recordamos a un amigo de la familia, oriundo de ese lugar, quien fue colaborador en la maderería de mi abuelo paterno a mediados del siglo pasado.

Regresamos a Madrid para al otro día dedicárselo a “Segovia” donde nos esperaba Luis, Director del 

“Alcázar de Segovia” y primo de mi cuñado Joaquín de la Vega [+] (a quien también he mencionado en más de uno de mis relatos).

“…El Alcázar es “Ícono de la Ciudad” y uno de los Monumentos más importantes y visitados de toda España; es un precioso e imponente Castillo cargado de historia…” Para mi resultaba aún más significativo pues traía a mi memoria lo que, como relaté, había visto en los libros que en mi niñez me mostraba mi padre. Luis me contó varios secretos de ese Palacio que resultó ser “la cereza del pastel”, “el toque final” de aquel recorrido con mi hermana Maruca y mis tres sobrinos. Luis amablemente nos llevó a comer a su casa y al llegar me condujo al sótano donde había una “cava para vinos”.

Ahí tenía una “bota” especial para beber el vino hecha de piel de cerdo (recipiente que se utiliza para transportar, conservar y mantener fresco el vino). Tomó la citada “bota” y otra botella para subir al comedor y acompañarla con una típica comida de la Región sin faltar i el riquísimo jamón!

¡Fueron unos excelentes anfitriones! 

Ya tarde regresamos a Madrid. Al otro día llevé a mi hermana y sobrinos al “Aeropuerto de Barajas” para su vuelo de regreso a México.

De vuelta a Valencia tomé una desviación para ir a Cuenca (aparte de ser “la cuna” del cantautor José Luis Perales, es “…la ciudad que se visita, se come y se disfruta”).

Aunque, como expliqué renglones arriba, ya había visto los letreros que conducían a Cuenca, ahora busqué un “bar” para calmar un poco el hambre pidiendo un “bocadillo de tortilla española” y un vino. Uno de los parroquianos al oír mi acento preguntó:
-¿“Mexicano?”
-¡Siiii contesté!
-“Conozco un mexicano…” (pensé hay 80 millones aprox. en aquel entonces)
-“Su nombre es Francisco Ros”, prosiguió. 
-Le enseñé el “Pasaporte” que traía “a la mano” y le dije.
-Yo me apellido Ros.
-¿“Cómoooo ?” 
Preguntó incrédulo. 
-¡Es mi tío Paco, hermano de mi padre!
-¡Increíble! 
-“Qué chiquito es el mundo”! comenté. 

Y de ahí se derivó una charla muy amena sobre la amistad que los unía. (ya narré “a detalle” en uno de mis escritos acerca de este encuentro).

Salí de ahí rumbo a Valencia después de aquella singular coincidencia, para entregar el auto rentado y continuar en tren hasta Gandía, sumando así un recorrido más por el centro de “La Península Ibérica” “Gastando Zapatos” en libertad, ya que como cantara José Luis Perales:
“Y se marchó
Y a su barco le llamó, Libertad
Y en el cielo descubrió gaviotas
Y pintó estelas en el mar…”

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Luis Eduardo Ros

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