“Gastando Zapatos en la Universidad La Salle” 1a Parte

“Gastando Zapatos en la Universidad La Salle”

Era el verano de 1972 cuando viajamos mis padres y yo de mi natal Córdoba, Ver. a la Capital de México, pernoctando en el departamento donde radicaban mi hermano Marco Antonio y familia ubicado en la Avenida Coyoacán (a pocas cuadras de “Jarritos Embotelladora de México”).

Mis papás (igual que hicieron con los hermanos mayores que escogieron continuar sus estudios en el entonces D.F.) me acompañaron con el fin de instalarme en la pensión donde viviría mientras cursaba los estudios universitarios: Atlanta 147 en la “Colonia Noche Buena” (“Nápoles”).

Para evitar confusiones con la ropa que contenía la maleta que cargaba, mi mamá le bordó a algunas de las prendas mis iniciales L.E.. A ella le interesaba sobre todo saber dónde, a partir de ese momento, residiría su hijo; en cambio a mi papá le bastaba saber a qué Universidad asistiría. 

Yo no tenía mucho qué pensar ya que estaba convencido en permanecer con los “Hermanos Lasallistas”

(como venía haciéndolo desde 4to. de Primaria) La creación de la Universidad (“…la más antigua de las escuelas “La Salle” en México…”) surge como respuesta a la necesidad de ofrecer una educación de calidad acorde con la realidad que demandaban los sectores industrial, educativo y de servicios principalmente…”

“…Así́ se buscó́ una Universidad inspirada en las enseñanzas del señor De la Salle, una institución en donde los valores irían aunados a la academia, y el ser humano seria el centro principal de atención educativa»….”
Francisco Durán

Aunque “lasallista de corazón” con los años comprendí que existían sistemas de enseñanza también eficientes tanto religiosos como laicos, privados como públicos: “Los Colegios del Exilio”, “…formados casi al completo por refugiados españoles. Su capacidad de adaptación fue tal, que gran parte de estos colegios han pervivido hasta la actualidad y se encuentran hoy en día en activo, lo que sólo puede explicarse por la eficacia de los sistemas pedagógicos utilizados y por la calidad del profesorado…”
Tengo grandes amigos egresados de diversas instituciones a los cuales respeto y estimo.

Así pues yo aprendí a través de los maestros (principalmente lasallistas) en la escuela y de mis padres en el hogar a plantearme y tratar de comprender cuál era el SENTIDO DE MI VIDA.
¿a qué vine a este Planeta? 

Ahí estaba la “Universidad La Salle” (ULSA) localizada en las calles Benjamín Franklin, Gral. Francisco Murguía, y Benjamín Hill.

Fueron solo dos ocasiones en que mis padres visitaron este colegio:
-el día que recibí mi “Carta de Pasante” y 
-cuando presenté mi “Examen Profesional”.
(ya tenía edad suficiente para responsabilizarme de mi desempeño escolar y mis papás lo sabían). 

Recuerdo que en los primeros días que necesité la firma del padre o tutor en algún documento de “inscripción” fue el Hno. Dr. Francisco Leonel de Cervantes y Lechuga (F.S.C.) quien sacó su pluma y signó los documentos. Ingenuamente tuve el atrevimiento de preguntarle:

-¿Será que me los acepten?
“Cachetada con guante blanco” recibí, transcurridas dos semanas, al enterarme que había sido nombrado “Director de Servicios Profesionales de la Universidad” y dos semestres después “Rector de la Institución” (1974-1983), Él fue quien fungió como mi “Tutor Oficial” durante mi estadía en la ULSA.

Este año ‘2022 la Universidad “La Salle” cumple 60 desde su fundación en aquel 1962 (diez años antes de mi ingreso, hace medio siglo). Entrando por B. Franklin se ubicaba el “Auditorio Adrián Gibert “ y la famosa Escultura “Atrévete a Ser” era punto de encuentro fuera de clases para los estudiantes. Están ahí para simbolizar nuestro “Indivisa Manent”: “lo que está unido permanece”.

Luego estaban los edificios del bachillerato y atrás el Gimnasio con un diseño extraño. Allí jugaba el famoso y ganador “Equipo de Basquetbol La Salle”.

Más allá se encontraba la “Nave principal de Estudios Profesionales” y en el sótano el “Aula de Anatomía” y el “Laboratorio de Disección” donde los estudiantes de “Medicina” hacían sus prácticas con cadáveres.

Estaba también la entrada por la calle Francisco Murguía por donde ingresé más del 95 % de la veces.

La mitad de la construcción era con tabiques blancos refractarios y la mitad superior con grande ventanales.

Los llamados pupitres con paleta a la derecha eran en color gris. En aquellos años no existían los que tenían ese aditamento a la izquierda así que Octavio, por ser zurdo, sufría las consecuencias.

Existían réplicas de la “Estatua del Fundador” esparcidas por la Universidad. (Varias reformas se sucedieron a raíz de los daños sufridos en el plantel a consecuencias del sismo de 1985).

En esas aulas logré el propósito que desde niño me forjé: estudiar una “Carrera Profesional”. 

Prepararme para el futuro, futuro que es el hoy, con avidez y ¡sin temor a lo que viniera!, Con esa sed por triunfar propia de la juventud, por “comerme el mundo” estando en la urbe ¡más grande de México!. 

También indiscutiblemente hubo varios momentos de  dudas y titubeos; lo único que siempre tuve muy claro fueron las imparables ganas de ¡“Gastar Zapatos”!.

“La enseñanza que deja huella no es la que se hace de cabeza a cabeza, sino de corazón a corazón”
(Howard G. Hendricks)

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