“La planta de luz de la Moctezuma”

“La planta de luz de la Moctezuma”

Viajando en el “Ferrocarril Córdoba a Orizaba” la primera parada se hacía en Fortín, habiendo la máquina “pitado y pitado” en “El crucero Nacional” donde existía una intersección con la carretera Federal México-Veracruz no. 150.

En Fortín era común ver a las vendedoras ofrecer gardenias ya fuera en pequeños ramilletes o “el arreglo tradicional con estas perfumadas y delicadas flores utilizando como base el tubo de tronco de plátano”.

El tren (“El Mexicano”) dejaba atrás esta terminal y empezaba una extraordinaria incursión a través del “Puente de Metlac” cuyo nombre se debe al río que corre presuroso en el fondo de la “Barranca”:
“El Río Metlac”. (uno de mis vívidos recuerdos de finales de los 50tas.)

Travesía muy bella y extremadamente pintoresca a tal magnitud que el famoso pintor/ paisajista José María Velasco la inmortalizó con una estampa en un cuadro famoso titulado “El puente de Metlac”. Era placentero disfrutar de aquella vía de ferrocarril que circulaba a través de varios túneles hasta dar con el antiguo “puente del ferrocarril” en medio de una tupida vegetación con una extensa gama de verdes y su característico clima templado húmedo.

Los domingos solíamos salir en familia de “día de campo” en aquel largo “Desoto” amarillo (mencionado en varios de mis escritos).

Fueron muchas las ocasiones en que mi papá nos llevó de “paseo” a la “Planta de la Moctezuma”. Para ello mi mamá preparaba una rica y variada canasta con suficiente comida (no podían faltar las “tortas”/“bocadillos”) para satisfacer el hambre de esa “gran familia”.

Transitábamos desde Fortín por un zigzagueante “camino federal” hasta que en el “Puente de San Miguel” (había una imagen pequeña de bulto del Arcángel San Miguel) tomábamos el bien aplanado “camino de terracería” justo a un costado del “Río” entre la exuberante naturaleza y aquellas montañas que formaban esa “Barranca del Río Blanco”.

¡Ahhh esa era la carretera para llegar hasta la entrada!.

Considero interesante recordar que “el camino antiguo” (que conocí empedrado) fue construido en la época de la “Colonia”; se podían apreciar a los costados elegantes mansiones dignas de un “set” de filmación para cualquier película; unos metros después estaba una hermosa hacienda donde vivió su propietario León Penagos y familia. Esa construcción un siglo atrás sirvió como resguardo para cuidar la entrada al Pueblo, siendo de gran utilidad durante ¡la Revolución Mexicana!. El camino continuaba precioso; desafortunadamente un funcionario público oriundo de Fortín mandó cubrir “el empedrado”, según él para dar paso a la “controvertida modernidad”. (para entonces era de casi nula vialidad pues ya existía una rápida y desarrollada “autopista” como “tercera alternativa”).

Con lo numerosa que (he narrado) era mi familia, además de que dos de los hermanos mayores ya se habían casado y que siempre habían amigos invitados, era menester trasladarnos en al menos dos autos.

Por fin nos encontrábamos en el famoso “Corazón de la Moctezuma”. Se llamaba así porque había una saliente de piedra tipo alberca en forma de corazón construida al paso del “Río”.

“La Moctezuma” tenía una planta de electricidad la cual generaba energía eléctrica para la fabricación de su producto. (“…Esta fábrica, una de las notables del país, se estableció en junio de 1894, bajo la razón social de “GUILLERMO HAASE Y CIA. ”posteriormente se convirtió en la “Cervecería Moctezuma, S.A.” que hasta la fecha subsiste con el nombre de “Cuauhtémoc-Moctezuma Heineken”…”) la cual es producida por la caída de agua de “La Cascada del Elefante”.

La corriente del “Río Blanco” forma esta cascada de 20 metros de altura en una cañada con 80 metros de profundidad. Recibe su nombre por su forma parecida a la de una cabeza de elefante, con una piedra al centro y dos caídas de agua a los extremos que simulan los colmillos que al tocar fondo se encontraban con una enorme maquinaria compuestas por unos dinamos para continuar luego por el “Cañón del Río Blanco”. Se podía bajar a ella a través de unos escalones hechos de cemento, pero como nosotros habitualmente llegábamos por la cañada había que subirlos. A la mitad del ascenso nos encontrábamos con la vía del ferrocarril, los túneles y de ahí el famoso “Puente de Metlac”. Era cumplir el “reto” de subir y bajar el millar de escalones y llegar “con la lengua de fuera” a donde mi mamá y alguna de mis hermanas mayores ya tenían dispuesto un gran mantel con la canasta de comida y bebidas refrescantes. Lo primero que buscaba era “saciar la sed” debida a la travesía recorrida.

Un lindo paseo, ahhh pero que no fuera uno a rozar con una “ortiga” porque entonces era retorcerse del ardor y dolor intenso soltando cualquier clase de improperios.

Para solucionar o mitigar aquella reacción se buscaban 9 diferentes hierbas que juntas se frotaban sobre la zona lastimada.

¡»A comer se ha dicho»!

Aparte de las ricas tortas, yo buscaba alguna cacerola con algún guiso preparado por Doña Enriqueta que, por alguna razón especial, me sabía mejor que en casa.

No faltaba quien quería meterse a la alberca pero eso tenía que haber sido en vez de “la caminata” o esperar tres horas después de comer (“hasta que se hubiera hecho la digestión”) porque se creía que de hacerlo inmediatamente corrían el riesgo de “acalambrarse” o una indigestión dentro del agua.

No faltaba quién sacara una pelota del auto y organizara un partido de “vóley” o “fútbol”. En uno de esos paseos (siendo niño) conocí el “bádminton” algún amigo de mis hermanos lo llevó; con esas raquetas especiales, ese “volante” o “gallito” y su red; diferente al tenis.
Calculo que eso fue hace apróx. 60 años…
¡Uuu ya llovió!

…y sigue lloviendo en ese lugar plagado de recuerdos, de nostalgia, de fauna, de flora. Siempre verde a pesar del descuido de la mano del hombre.

Un lugar maravilloso y mágico para quienes tuvimos la oportunidad de conocer ese “Puente de Metal” 

(entre túneles) de finales del siglo XIX.

“…La tecnología por un lado aumenta la productividad y la eficiencia de las actividades humanas pero en contraste está haciendo que perdamos gradualmente todo tipo de tradiciones, rutinas y aprendizajes que hasta ahora conformaban nuestra vida…”

Me consta porque en 1970 estudié en “el Colegio México de Orizaba” y transitaba por la carretera de “La Barranca”.

Años después trabajé en Orizaba trasladándome vía “autopista” ganando tiempo pero perdiendo las vistas extraordinarias que otorga la Naturaleza.

Aun así permanece la llamada:
“Planta de luz de la Moctezuma” o 
“El Corazón” o 
“La Barranca de Metlac”.

“…Unos metros antes de llegar al “Puente” vi a media carretera a una chamaca con un vestido de quinceañera. Toda de rosa, igual que su sombrero. En segundos ya no estaba allí sino a un costado, del lado de la barranca, y de repente desapareció”…”
J.T. (operador de autobús jubilado)

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