En el escrito titulado «Reyes Magos» relaté que (durante muchos años cuando niño) le pedía en mis «cartas» a aquellos «Santos Reyes» me trajeran una bicicleta…
pero por alguna u otra razón nunca llegó!
Años más tarde asistí a una competencia de «tiro al blanco» en Tehuacán, Puebla junto con mis padres y algunos de mis hermanos (Tere, Agustín y Rodrigo) donde mi papá participaba. Acostumbrábamos hospedarnos en el «Hotel México”, posteriormente nos alojábamos en el “ Iberia” a media cuadra del «zócalo de la ciudad». Ahora saco en conclusión que fue la «exquisita cocina» la que provocó que llegáramos a ese hotel el cual tenía una cantidad interminable de macetas con plantas y flores en sus corredores. Una construcción en un rectángulo compuesta por dos plantas, un jardín, fuentes en el centro y un pasillo que lo partía en dos. El ingreso al edificio era a través de una enorme puerta de madera tallada; inmediatamente a la izquierda subiendo unos pocos escalones estaba una mesa repleta de postales colocadas bajo un cristal
(parecido a la que se encontraba en el «Hotel París» de la Ciudad de México del que ya hice una narración).
Las meseras eran unas señoras que yo veía mayores vestidas, “de pies a cabeza”, de blanco ya que hasta el moño que usaban en el cabello, así como su impecable delantal y zapato eran blancos!
Las cocineras con inigualable y exquisito sazón preparaban unos suculentos desayunos y a la hora de la comida aparecían con unas ollas grandes y profundas con cuyos cucharones servían unas apetitosas sopas o cocidos…
¡Qué delicia!…
Terminando la comida (tanto mis hermanos como yo) ansiábamos ir al zócalo donde, en una esquina, estaba un señor que rentaban triciclos y bicicletas.
Mis primeros recuerdos son ver a mis hermanos pedalear en las bicis por las veredas del parque, entonces yo me soltaba de la mano de mi mamá para correr tras ellos.
Al cabo del tiempo llegó el momento en que a mi también me rentaban un enorme triciclo (nunca volví a ver uno de ese tamaño):
de tres ruedas y con grandes manubrios que me quedaban muy altos…
Transcurrían los años y seguíamos yendo a Tehuacán incluso por motivos de salud y
por fin, como ya tenía edad suficiente podía montar en «la Bicicleta” alquilada de dos ruedas ya que «los Tres Magos de Oriente» ¡nunca pudieron dejarme tan añorado encargo!.
(deduzco que les fue imposible localizar mi domicilio) ; )
Las primeras veces Tere me ayudaba a no perder el equilibrio, mientras que mis otros hermanos trataban de enseñarme andar en ¡»La Bicicleta!
Luego nos quedábamos solos mi madre y yo en aquel parque cuyo piso, muy bonito, estaba formado con pequeños mosaicos. Al centro un quiosco, con “álamos” y “llorones” de frondoso y tupido follaje, que yo incansablemente recorría con «La Bicicleta».
En las esquinas había unos comerciantes con mesas de «patas de tijera» que vendían, en unas cajitas delgadas,
¡unas ricas obleas rellenas de dulce!
Cada uno de nosotros extrañaba, de diferente manera, regresar a Tehuacán:
mi papá pensaba en su «competencia de tiro»,
mi mamá en cuidarnos y tejer,
nosotros en los triciclos o bicicletas y
¡todos en disfrutar regresar a «la Iberia» para deleitarnos con su comida!.
Con los años entendí el porqué nunca pude, un 6 de enero, recibir «La Bicicleta» (aunque siendo niño me causara tristeza y desilusión)
Hoy recuerdo con nostalgia mis primeras aventuras en ”La Bicicleta»
(a pesar de las «caídas» y «raspones» recibidos).
¡»Lleva, llévame en tu bicicleta»!
Carlos Vives y Shakira.
*Nota: Algunas imagenes fueron recolectadas de internet, el objetivo es representar con dichas imagenes lo escrito, ya que no siempre me es posible utilizar imagenes propias debido a su antigüedad o calidad de las mimas.