Este mensaje va dedicado a todos aquellos que perdieron casa, lugar de trabajo, familiares, recursos … y hasta la vida, en los recientes temblores que sacudieron nuestro País.
En especial a mi cuñada Casandra (hermana de Dolores) y a su esposo Jorge quienes, hasta ahorita, se quedaron sin vivienda por verse afectado, de manera estructural y considerable, tanto el condominio como el edificio donde habitaban hasta antes del 19 de septiembre del 2017.
Dolores y yo vivimos, sufrimos y estuvimos evacuados (casi un mes) hace 32 años en el fatídico «terremoto de 1985».
Desde luego fue un evento traumático pero, ¡éramos jóvenes! y lo superamos.
Mis cuñados (en cambio) rebasan la «tercera edad», además de que las circunstancias han sido todavía más graves.
Ciertamente muchos mexicanos continuamos con nuestra vida, pero hay un puñado de habitantes que han y están «pasándola» muy mal quedándose, «de cara al futuro», sólo con su jubilación y algunos ni con éso.
Yo, participando en el área de turismo, puedo ver el impacto negativo y sustancial en ciertos segmentos importantes de este ramo, a causa de esta tragedia.
Innegablemente: ¡México sigue de pie!, …
«¡INSISTIR, PERSISTIR, RESISTIR Y NUNCA DESISTIR!»
Por todo ello deseo rescatar y publicar un escrito relacionado con el tema:
«… ya va a pasar, ya va a pasar»
¡Gracias por su comprensión y empatía!.
«¡NO HAY ANGUSTIA, DIFICULTAD, PROBLEMA, QUE IMPIDA QUE DIOS TE AME!»
…” Ya va a pasar, ya va a pasar” … Ciudad de México
Marcaba el reloj las 7.19 hrs. del 19 de septiembre de 1985….
Vivíamos en la calle de Uruapan entre Insurgentes y Monterrey colonia Roma norte en aquel entonces Distrito Federal, y hoy, ciudad de México. Dijera (muy orgulloso) mi amigo y compañero en algunas tareas profesionales, Eduardo Bosch y Hurtado (q.e.p.d.), cuando le cuestionaban que de dónde era: ” de la real, aristócrata y noble “Ciudad de los Palacios” cuyo nombre es Ciudad de México”!
…..empezaron a moverse el piso y paredes y yo secándome recién salido de la regadera, ” tiré la toalla” y pensaba (tratando de calmarme) … ” ya va a pasar, ya va a pasar”.
Palabras que tenía lacradas en el subconsciente, palabras que mi madre tiernamente me decía en algún temblor vivido a su lado, una frase para darme tranquilidad:
” ya va a pasar” pero en esta ocasión
¡NO, no pasaba!.
Me fui hasta el ventanal de la sala espantándome ante la escena de terror que desde ahí observaba:
edificios colapsándose a mi izquierda disparando las ventanas y las estructuras, parecía que estaba viendo una película que habían exhibido dos años atrás “Terremoto”
… y abajo veo a Dolores que, con la puerta abierta, trataba de quitarle el cinturón al autoasiento donde se encontraba nuestro hijo Luis Eduardo.
Inmediatamente me lancé escaleras abajo, no sin antes haberme caído en el intento de ponerme los pantalones;
bajaba en trancos de tres en tres o de cuatro en cuatro, pasos agigantados que permiten el miedo y la adrenalina al momento de un terremoto.
Llegué al auto empujé (literalmente) a Dolores; el hijo continuaba en la parte de atrás, me eché en el asiento del copiloto cerré la puerta y sintiendo cómo mi pecho llegaba hasta el tablero por las palpitaciones enloquecidas pensé :
“estamos toda la familia unida, Señor qué pase lo que tú dispongas, ¡aquí juntos! “
Volteé hacia arriba y vi un poste con un transformador de electricidad moviéndose e imaginaba que caería sobre nuestro auto y cayó…..¡librándolo!. También miraba las ventanas del edificio, pero dada la cantidad de polvo en el ambiente, ocasionado por el derrumbe de varias construcciones aledañas, no alcanzaba a divisar más allá del primer piso; al pasar el movimiento del “sismo” salimos de auto.
Los estimados don Gonzalo y doña Ana (dueños del inmueble donde se encontraba nuestro departamento) estaban en el ventanal del suyo en el segundo piso y entre los escombros él me gritaba:
🗣¡”éste fue más fuerte que el del 57″!,
🗣 ¡”fue más fuerte que el del 57″!
… se refería a sus recuerdos del “temblor” de 1957,
cuando cayó ¡”El Ángel de la Independencia”!.
Dolores subió al auto, aseguró a nuestro hijo en su autoasiento y me dijo:
¡nos vemos después! quedé de pasar por mi mamá para llevarla a la “Terminal de Camiones”
Ese día mi suegra salía con destino a Taxco, Gro. (lugar de su residencia, con mi extinto suegro, desde 1973 cuando llegaron de Cd. Juárez, Chih.)
¡Ahhhh y como Dolores había quedado pasar por ella a las 7.30… !
(para el caso existe un refrán que yo utilizo desde que conocí a mi esposa:
” llueva, truene o relampaguee” .. ella hará lo que tenga programado.
A partir de ese día modifiqué el refrán agregándole:
” lleva, truene, relampaguee o tiemble”
Dolores hace lo posible por cumplir su cometido…
Pues, en ese momento, no reaccioné ante tal compromiso.
Subí como zombie al departamento, me vestí, fui a ver a los señores (Gonzalo y Ana), poco podíamos hablar, salí de su casa “por instrumentos”, bajé a la calle a caminar, deambular solo como autómata , la gente que veía estaba igual.
Vi a una persona con un radio de baterías y regresé por el mío a seguir utilizando mis zapatos pero ahora no para “gastarlos”, sino para enterrarlos entre los escombros.
Al final de la calle Uruapan ( donde vivíamos ) y esquina con Insurgentes:
¡desapareció un edificio de 9 pisos! .
Por ahí una persona gritaba:
“¡auxilio, sáquenme de aquí!”
alguien le preguntó
¿que en qué piso estaba?
dijo
¡”en el cuarto”!
¡Habían 5 pisos deshechos encima de ése!
En el piso de junto y en la “planta baja” existía una “Escuela de Computación”, los alumnos habían entrado a clase a las 7.00 am,
¡todos quedaron sepultados!
Andaba de un lado a otro en la Avenida Insurgentes, veía gente pidiendo auxilio sobre las crestas de algunas construcciones o lo que quedaba de ellas; caminé y en la esquina de Monterrey con Durango quedaba la mitad de un edificio, cortado como si se hubiera dividido, con la otra mitad totalmente derruida.
Los tanques estacionarios de gas, ahora sobre la calle, habían estado en la azotea de un 7mo. piso.
Un señor enseguida de mi observaba y me decía :
“¡estaba en el quinto piso!” …
¿Cómoooo ?: le pregunté
¡Sí, estaba con mi esposa y dos hijos!
¡no los encuentro!
Yo miraba incrédulo hacia dónde me señalaba….sólo quedaba una montaña de escombros.
¿cómo llegó aquí?: le pregunté
¡No sé!
¡Se cayó el edificio y aquí estoy!
¡No encuentro a mi familia, repetía insistente!
Pálido como una sombra, todo raspado y sus ropas rasgadas.
Yo no podía creer lo que estaba escuchando y viviendo.
¡él iba y venía en ningún sentido!
Luego continué errático de un lugar a otro escuchando por la radio a Jacobo Zabludovsky quien transmitía lo que veía desde su auto. Todo lo iba reportando a su paso, se escuchaban sirenas de patrullas y ambulancias así como el ruido de helicópteros, por lo demás la ciudad paralizada y en shock, gente deambulando, gritos de heridos…
¡Una verdadera psicosis!
Finalmente llegó caminando Dolores con nuestro hijo al departamento; yo estaba intentando hablar
(no existía todavía el celular) y aunque no había líneas entró milagrosamente una llamada
¡era Paty Vicentín!
operadora internacional de “Telmex” que había sido mi secretaria en “3M”.
¿Jefe está bien?…
¿Qué necesita ?
Le pedí que informara a mis padres, suegros, hermana en España y otros familiares,
¡qué estábamos bien!
¡qué, aunque en “plena zona considerada de desastre”, nos habíamos salvado!
En éso se cortó la comunicación y a los pocos minutos subieron a los departamentos miembros de la “Cruz Roja” informándonos que teníamos que salir a la brevedad posible.
Tomamos la “cuna de viaje”, algunas ropas y salimos del edificio.
Don Gonzalo dijo que a él sólo lo sacaban de ahí muerto y no hubo poder humano que lo convenciera.
Llegamos hasta el vehículo de Dolores que había tenido que dejar a varias calles del departamento.
De ahí hasta la “Calle de Perugino” en la “Colonia Noche Buena” ( Nápoles) entonces casa de nuestros queridos y protectores compadres/amigos Gerardo y Virginia, quienes inmediatamente nos dieron asilo.
¡casi el mes que estuvimos evacuados!
Por dos días yo hacía catarsis contándole a Gerardo mi vivencia, al mismo tiempo que veíamos en la TV los reportajes del histórico “sismo del 19 de septiembre de 1985”.
A la noche del siguiente día le pedía al compadre que me acompañara al departamento por enseres personales. Logramos pasar todas las vallas y filtros; ya estando ahí me comentó Gerardo:
aunque me lo contaste hasta ahorita dimensiono la magnitud del desastre ocasionado
(sobretodo en esta área) por el terremoto.
¡De regreso vivimos una réplica fuerte!
Los días transcurrieron cobijados cariñosamente por nuestros compadres hasta que finalmente regresamos a Uruapan 22, el edificio sufrió un asentamiento de ¡casi un metro! hubo de rebajar las entradas a las cocheras.
Y pasaron los meses…..
Seguía trabajando en la empresa “Uniroyal” cuando tuve que ver al médico de la Compañía.
La puerta estaba cerrada y aunque se veía que estaba adentro, yo tocaba y él no acudía.
Finalmente abrió y me dijo:
¡ah eres tú, pasa ! ( habíamos hecho una amistad )
Y me empezó a contar …
“Hay momentos que en mi soledad me pongo a llorar recordando todo lo vivido después del “sismo”.
Ciertamente salvé muchas vidas pero, aún así, para mí fue una experiencia muy fuerte por ejemplo:
a los dos días del temblor estaba con un paramédico, entramos a un edificio y sacamos a una niña todavía con vida que se quedó abajo de una mesa, salimos del edificio con ella y después de tres (3) minutos el edificio se derrumbó.
Me temblaban las piernas sólo de pensar que estuve a minutos de perder la vida, y así te podría contar un sin número de vivencias a consecuencias de
¡el “temblor del 19 de septiembre”!.
Cabe señalar que el médico era una persona de carácter extremadamente fuerte…
¡Imaginemos que no hubiera sido así….!
Yo mismo tendría muchas más anécdotas de este sismo que viví en el ’85,
¡más fuerte del que señalaba Don Gonzalo: el del ’57…!
Hoy en mi departamento de la Ciudad de México duermo con las llaves pegadas a la puerta porque quedé impactado con el temblor cuando pensaba :
¡ya va a pasar, ya va a pasar!
¡Y duró, lo que para mi fue, una eternidad! …