“Ontoria, a los pies de Los picos de Europa y Santander“

“Ontoria, a los pies de Los picos de Europa y Santander“

Había tomado de Madrid el tren de noche para llegar temprano a Santander, ahora viajaba solo. Con maleta en mano llegué hasta la casa de Consuelo (“la Nena”) y Luis, hermana de mi cuñado Joaquín. (los tres ya fallecidos).

Era octubre y recuerdo que los días estaban frescos. “La Nena” tenía el brasero encendido para mantener caliente “el salón”.

Cerca del mediodía fuimos a los muelles al “barco pesquero” de Luis que, esa mañana procedente del “Mar del Norte”, estaba bajando la captura de peces que traía, él iba a supervisar su barco. Para mí fue una nueva y muy interesante experiencia.

Posteriormente me llevaron a la Ciudad para recorrerla.

Al caer la tarde salí con su hija María y el novio (ambos estudiantes de “cardiología”) para “Gastar Zapatos” por ahí.

Entrada la noche regresé a la casa donde Luis me esperaba para cenar “merluza en salsa verde” cocinada por “la Nena”. Imposible olvidar el exquisito sabor del “platillo” y del “vino”, pero principalmente las atenciones de tan cordial compañía.

Al día siguiente en su coche: la Nena, Luis y yo nos dirigimos a Ontoria el pueblo donde vivían los otros tres hermanos de mi cuñado: Fernando, Germán y Leonardo quienes junto con Consuelo en Santander y Joaquín (repito, quien emigró a México y se casó con mi hermana Maruca) se apellidaban (hoy todos finados) De de la Vega, Penagos.

”Ontoria” (a veces, especialmente en documentos antiguos, aparece como “Hontoria”, igual la escribía mi cuñado y la “señalética del pueblo” hace 44 años que lo visité) es una localidad del Municipio de “Cabezón de la Sal”, “Cantabria” situada al norte de España. 

Aquí viví varias semanas de memorables andanzas gracias a las generosas consideraciones que me prodigaron toda la ya citada familia de Joaquín (para entonces fallecido).

Hacer un relato de lo sucedido me llevaría varios “escritos” así que con el agradecimiento que me merecen intentaré narrar lo más significativo.

Primero llegué a dormir y a “hacer las tres comidas” en casa de Fernando, a manos de Balbina su auxiliar doméstica que guisaba riquísimo, aparte de que se encargaba de la ordeña y cuidado de las vacas. Aún se me hace “agua la boca” al imaginar aquel desayuno de “huevos estrellados” con cebolla picada y papas fritos en “aceite de oliva”. 

¡No volveré a saborear un almuerzo igual …imposible retroceder el tiempo!

La propiedad era una “casa montañesa” donde se podían apreciar los muros de sillería, llamados “cortafuegos”, sobre los que se apoyaba “la solana” que enmarcaba “el soportal”. 

Me gustaba acompañarlos a la faena, todos participaban en su respectiva responsabilidad; “…madrugaban mucho para ordeñar, calmando los primeros mugidos en la mañana. Se pasaban sábados y domingos con “el dalle”/“guadaña” segando “verde”…” 

Ellos concentraban la leche que obtenían tanto del ganado de la familia como la de los demás productores del pueblo que la “Compañía Nestlé”, una vez pasaba a recogerla, la utilizaba como materia prima en sus “líneas de producción”.

Luego de apróx. una semana llegó a Ontoria Manolo (el hijo pequeño de Luis y la Nena) que estudiaba “Arte” en Madrid. Entonces me mudé con él a la casa campestre, (moderna y con toda la tecnología) que tenían sus padres a apróx. medio kilómetro de la de Fernando. 

Junto a Manolo pasé unos días muy divertidos conociendo los alrededores. Como jóvenes andábamos por todos lados; íbamos a una “discoteca” en “Cabezón de la Sal” donde de repente escuchaba música de “Los Panchos”. Llegábamos de madrugada nos preparábamos algo de comer para no acostarnos con “el estómago vacío”.

Aprendí a jugar “El Bolo Pasiego” ó “Bolo Montañés” en tierra. 

“El río Saja” era un lugar perfecto para un paseo a pie o en bicicleta.

Asistíamos, (en la villa pujante de Torrelavega) a “La Feria de los miércoles” ó “Mercado Nacional de Ganados”; motor económico en aquella época (1977).

“…Ese día llegaban convoys cargados con “bultos mugientes” desde toda España y era cuando se hacían negocios. Buenos negocios… ”

Los domingos íbamos a la “Feria de Ganado” de algún pueblo con los primos y amigos de Manolo.

Una anécdota fue que en aquel tiempo no me gustaba el vino blanco (era de los que decía, equivocadamente, que: “el mejor vino blanco, era el más malo de los tintos”.) “Pero éso ya es historia”.

Hoy disfruto mucho de varios vinos blancos como algún “Albariño” (“gallego), “Verdejo” (“de Rueda”),

“Chacoli” (“vasco”), “Barolo” (italiano ) ó qué decir de un blanco rústico de pueblo y ¡tantos otros blancos ricos!

…siguiendo con el relato: salíamos 11 jóvenes en dos autos… al llegar a cualquier bar a mediodía pedían:

10 blancos y un tinto (para el mexicano) servidos en unos vasos pequeños llamados “chatos”. ¡Término utilizado años ha!

¡Siempre acompañados de alguna “tapa”! Y así íbamos de pueblo en pueblo ya fuera en la montaña, bosques, entre valles entonando cantos regionales…

Hubo un acompañante especialmente simpático: “Ichi”, con el que hice “buena mancuerna”, no sólo en nuestras “salidas” sino durante toda mi estancia en Ontoria.

Estuve en “Cabuérniga”. “…Es un valle muy amplio que conserva el modo de vida y la cultura tradicional, como se aprecia en las casas lugareñas, construidas con materiales característicos de la arquitectura popular (piedra, madera…)…”

Como describí renglones arriba fueron meses de gran convivencia, dónde en todo momento me sentí “en familia”.

Décadas después mi esposa Dolores con mi hermana Maruca (la viuda de Joaquín) visitaron esa hermosa región Cántabra y (así como a mi hace 44 años) ahora ellas fueron recibidas con la hospitalidad, esplendidez y el afecto característico de los De de la Vega Penagos: Fernando (el único de la “primera generación” que aún no fallecía) así como Mercedes, Barquera y Germán en Ontoria; María y Manolo en Santander (de la “segunda generación”).

Nuevamente muchas gracias familia por formar parte de lo que para mí fue una irrepetible vivencia en aquel 1977.

“…Sé que todo el que encontremos en Cabezón tiene una razón profunda para estar aquí y su estancia se justifica sin frívolas razones de curiosidad o de verano…”
Pregón del “Día de Cantabria” – José María de Cosío

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