“Pedro de Urdimalas" ... Cuentos

“Pedro de Urdimalas» … Cuentos

Recuerdo que hubo una época de mi vida siendo un niño pequeño, donde todo era ilusión y fantasía:
había que cuidar el diente que se aflojaba y caía, ponerlo en un rinconcito o abajo de la almohada para que viniera «el ratón», se lo llevara y dejara un $. Con los años me enteré que en España también llegaba el «famoso ratón» (allá hasta con apellido: Pérez)
«El Ratón Pérez”.
Después de aquéllo había que ir a ver al dentista (Dr. Herrera) padre de el actual odontólogo Sergio Herrera Betancurt, familia de la cual éramos vecinos en la calle 6. El consultorio estaba ubicado en los altos de un edificio situado en la calle 7 entre las avenidas 4 y 6. El acceso era a través de una entrada que se angostaba porque ahí se situaba el puesto de un vendedor alto y delgado que «despachaba» unos carritos de madera pequeños, color rojo y llantas negras, con un «tribilín» («goofy») que al jalarlo tocaba una campana…¡muy simpático! Además de anunciar, con una voz impostada, unos peines de color marfil: «¡🎶 a peso el par de hueso, 🎵 a peso el par de hueso🎶!»
… ¡dos peines por un peso ($ 1.00mxn.)!
Me pregunto:
¿o eran muy baratos o ya tengo muchos años? ¡ JA!
..pero «hago memoria» y caigo en lo mismo que decían mis padres:
«allá en mis tiempos, cuando amarraban los perros con longaniza»
Aunque pase el tiempo conservo recuerdos nítidos de mi niñez.
Mi padre (q.e.p.d.) ya grande y retirado de los negocios (después de una larga vida de trabajo) seguía ávido de aprender «leyendo de corrido» el diccionario enciclopédico como si fuera cualquier libro, desarrollando inventos e innovaciones en su taller con «maquinaria de precisión» (ya le he dedicado escritos enteros a este tema) dándose, también, espacio para jugar conmigo armando «rompecabezas» (competíamos «contrarreloj» para ver quién lo armaba más rápido), jugábamos «damas chinas», «damas españolas» o ¡cualquier juego de «agilidad mental»!
Siendo muy pequeño me sentaba en sus piernas para leer y explicarme las fotos contenidas en los grandes libros que tenía:
“ El Escorial”, “Museos de España”, así como las pinturas de un enorme libro: “El museo del Prado”
ahí me mostraba, a «Goya», a «Velázquez», «el Greco» entre otros grandes pintores además de las obras de Miguel Ángel o los grabados de “Doré”. Conversaba sobre la época del «Renacimiento», me leía sobre las culturas del África, me enseñaba sobre la «tribu watusi» (los hombres más altos del mundo), grandes maratonistas “los kenianos”, grandes corredores como los tarahumaras…
todo lo que de mi papá escuchaba se debatía entre lo que me enseñaba o lo que yo fantaseaba.
¡Qué emoción era que termináramos de comer para que él se recostara en un sofá muy largo tanto, que aún con su estatura de casi dos metros, todavía le sobraba mueble (si fuera en este tiempo le sobrarían piernas ya que los más largos miden 1.80mt) entonces yo, como niño, me colocaba en un hueco entre el sofá y su cuerpo.. para mi el rincón de los sueños;
lugar, espacio y momento que esperaba para estar juntos, para que me relatara historias
(los cuentos de “Pedro de Urdemalas”)
muy chistosas e increíbles todas de índole costumbrista y anecdotario …ahí todo era ilusión y risa;
no sé si se reía de lo que me contaba o del contenido de su narrativa.
Me vienen a la mente dos cuentos :
«Cuando «Pedro de Urdimalas» le encarga un conocido ir al zócalo de la ciudad de México por unos sombreros a un lugar conocido como «Sombreros Tardan». La persona llegó, vio el lugar y sin ponerle atención al nombre («Tienda de Sombreros TARDAN») pidió y escogió el que creyó conveniente. El empleado le decía que eran “Tardan” y el comprador como entendía que «tardarían» le decía que no tenía tiempo para esperar. Nuevamente el vendedor decía «Tardan» (refiriéndose a la marca y al nombre del lugar) y el otro insistiendo en que tenía prisa y que no podía dilatarse. Mi padre prolongaba la historia, le agregaba de «su cosecha» para volverla más graciosa, entonces nos «moríamos de la risa»…
y yo ¡feliz con él y con lo que me contara!
El otro se trataba de la ocasión en que «Pedro de Urdimalas» le pidió a un niño que le comparara unas paletas heladas de piña.
Con «dinero en mano» el niño compró las paletas y se las echó a la bolsa del pantalón. Horas después al intentar sacarlas se encontró con los puros palitos de las paletas y con el pantalón mojado (color amarillo piña) el chamaco gemía diciendo:
«¡Me engañaron, en vez de paletas me vendieron pipí y encima me cobraron!».
«¡No tengo nada que entregarle»!.
Nos carcajeábamos de la risa por la forma cómo lo contaba y todo el «aderezo» que le agregaba.
Tantos y tantos relatos que se fueron acabando con la edad, con que dejé atrás la niñez y ya no cabía en el ahora reducido espacio, con que a él se le fue desvaneciendo «el sentido del humor» y acabando la ilusión de platicarle a su Lalo las «Historias de Pedro de Urdimalas»…..
Pasaron los años y siempre me quedé con la idea de que aquellos cuentos eran producto de la imaginación de mi querido padre.
Fue hasta que ya casado en alguna de las reuniones que compartía con mi suegro Don Guillermo Velarde Olaguíbel, al beber nuestra «ginebra» (los sábados antes de comer) me enteré que Pedro de Urdimalas no solo existió, sino que
¡fue amigo de don Guillermo! («¡qué chiquito es el mundo!»)
«…..actor, libretista y compositor mexicano cuyo nombre verdadero fue Jesús Camacho Villaseñor. Durante su carrera se abocó principalmente a la comedia basada en situaciones muy propias del contexto mexicano tanto rural como urbano..»
Nunca pude comentarle a mi padre la relación de amistad que existió entre su consuegro y «Pedro de Urdimalas» aquel personaje producto de entretenimiento para el más pequeño de sus hijos en esa bella edad de la ilusión y la fantasía.
En estos días «GOOGLEANDO» (es decir «buscando en «Internet») a «Pedro de Urdimalas» encontré (además de otros datos relevantes) que fue el compositor de todas las letras de las canciones escuchadas en la película «Nosotros los Pobres» (con Pedro Infante) entre ellas la famosa melodía “AMORCITO CORAZÓN» además de participar como «pareja sentimental» de «La Tostada» en esa misma película; así mismo que escribió libretos de tv para cómicos como “Viruta y Capulina, etc., etc.,…, pero sobretodo fue el autor de los inolvidables cuentos que me relataba Don Salvador en aquel sofá muy largo.
Curiosamente falleció después de mi suegro y mi padre.
Hoy me vienen esos recuerdos de la infancia a la menta y no “Tardan” las emociones y hasta las lágrimas en aflorar…
paradójicamente entre mis «colecciones» está la de sombreros, pero ninguno “Tardan”
(aunque en mi años mozos estuve frente a las vitrinas de esa «sombrerería» en el «centro histórico» de la CDMX).
¡Viva la ilusión en los niños, en los papás de los niños y en los papás de los papás de los niños !

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