Termina 2016… Año de Cervantes !

Hace semanas recibí un escrito del amigo Carlos Manuel Cruz Meza, escritor, premio nacional  …….. ( anexo )*.

Lo que me hizo recordar este 2016 como el “Año de Cervantes” (400 aniversario de la muerte del escritor español Miguel de Cervantes Saavedra) que en México, según lo programado el pasado mes de abril, “se conmemoraría con un extenso programa de más de 1.000 actividades entre danza, teatro, conciertos, eventos académicos, talleres, exposiciones y concursos…..En esta celebración que han calificado como “la más ambiciosa” a nivel internacional participarían grupos y artistas de doce países distintos, del 23 de abril-hasta octubre, en el marco del XLIV Festival Internacional Cervantino (FIC) 2016″…

“Evocar el legado de Miguel de Cervantes Saavedra en el cuarto centenario de su muerte, merece un programa  (“Cervantes 400″) acorde con la grandeza del más importante escritor en lengua española de la historia”

Este texto de Carlos Manuel es un esfuerzo de rescatar y cuidar “la caída en picada de nuestro idioma” que con las nuevas tecnologías de comunicación han provocado un cambio sustantivo en el lenguaje escrito utilizado para comunicarse, principalmente, entre los jóvenes y adolescentes.

Los distraigo para hacer una reflexión en tratar de preservar nuestro idioma castellano o español (“segundo idioma más hablado después del chino, segundo en negocios después del inglés, segundo en Twitter) que tan “en alto” puso Miguel de Cervantes Saavedra hace 400 años..

Anexo*

En castellano existen los participios activos como derivado de los tiempos verbales. El participio activo del verbo atacar es “atacante”; el de salir es “saliente”; el de cantar es “cantante” y el de existir, “existente”. ¿Cuál es el del verbo ser? Es “-ente”, que significa “el que tiene identidad”, en definitiva “el que es”. Por ello, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se añade a este la terminación “-ente”. Así, al que preside, se le llama “presidente” y nunca “presidenta”, independientemente del género (masculino o femenino) del que realiza la acción. De manera análoga, se dice “capilla ardiente”, no “ardienta”; se dice “estudiante”, no “estudianta”; se dice “independiente” y no “independienta”; “paciente”, no “pacienta”; “dirigente”, no dirigenta”; “residente”, no “residenta”. Otra cosa son las palabras que, terminadas en “a”, son aplicables a ambos sexos. Los hombres que ejercen el periodismo no son “periodistos”, son “periodistas”. Tampoco existen el dentisto, el poeto, el sindicalisto, el pediatro, el pianisto, el golfisto, el arreglisto, el funambulisto, el proyectisto, el turisto, el contratisto, el paisajisto, el taxisto, el artisto, el taxidermisto, el telefonisto, el masajisto, el trompetisto, el violinisto, el maquinisto, el electricisto, el oculisto, el policío ni, por supuesto, el machisto. Puede haber una “mujer soldado”, que no es igual a una “mujer soldada”. Tampoco es correcto el uso absurdo de consonantes en lugar de vocales (“lxs ciudadanxs”), ni el símbolo arroba (que ni siquiera es una letra) para unificar la “a” y la “o” (“l@s ciudadan@s”), ni la utilización de la “e” como una vocal neutra (“les ciudadanes”). Sabemos que el lenguaje tiende a la economía, así que duplicar lo que en español se expresa con una sola palabra es otro error (“las y los ciudadanos” o “las ciudadanas y los ciudadanos”, en lugar de simplemente “los ciudadanos”, pues en español “los” incluye a hombres y mujeres). Hablar de “las y los” y tratar de usar el femenino en palabras que son neutras, es, precisamente, hacer un uso sexista del lenguaje. No veo de qué manera atentar contra el idioma, sus construcciones y reglas, puede “visibilizar” a alguien, como postulan los feministas trasnochados. Se pretende construir una supuesta equidad destruyendo lo más preciado que una cultura tiene: su lengua. Es obvio que cuando se intentan hacer tantas distinciones entre masculino y femenino, lo que se está logrando es dividir y segregar, no unir. Los que, en aras de ser políticamente correctos usan lenguaje “incluyente” (no “incluyenta”), hacen mal uso del idioma por dos razones: motivos ideológicos e ignorancia de la Gramática de la Lengua Española. Su profunda ignorancia les lleva a aplicar patrones ideológicos y la misma aplicación automática de esos patrones los hace más ignorantes.

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