“Chamorros Tlacoquemécatl, Ciudad de México”

“Chamorros Tlacoquemécatl, Ciudad de México”

iGerardo vámonossss!
-A Tlacoquemécatl para lavar el auto Luigi, contestaba.

Y hacia esa calle difícil de pronunciar (cuando no se está familiarizado con el nombre) nos dirigíamos.

Ambos sabíamos que el objetivo principal de esa “salida” era el comer un rico “chamorro” cuyo “puesto” se localizaba dentro del “lavado de coches” en un espacio de aproximadamente 2.50 metros de ancho por 3 de fondo. Ahí estaba “atendiendo” un señor con su mandil atrás de una caja de cristal (donde brillaba la grasa de las piernas de los cerdos alumbradas por un foco para mantenerlas calientes y apetecibles) sobre un pequeño mostrador donde había una tabla y alguna variedad de salsas de molcajete. A un costado se encontraba una canasta con ricas “tortillas de mano”. Atrás un refrigerador con refrescos varios y ”cervezas de Chihuahua” (de donde era originario el “hombre del delantal” que, además de “gangoso”, era el propietario de aquel pequeño negocio).
Su rapidez en la atención rebasaba al más hambriento de los comensales.

Mientras limpiaban el auto nos enteramos que ese peculiar personaje empezó vendiendo los “chamorros” en la canastilla de la bicicleta que manejaba las mañanas de los fines de semana; y que fue debido al éxito que iba adquiriendo el que se acomodara en el minúsculo espacio dónde lo conocí a principios de los años 70’s.

Después de saborear ése, que a nosotros nos parecía exquisito manjar, nos subíamos al albeante auto para regresar a Atlanta 147 y continuar disfrutando de esos sábados sin actividad escolar y/o trabajo.

¡Ah qué delicia!…

Así pasaron los años y ya de novios:
(Gerardo con Vicky y yo con Dolores) regresamos a “Tlacoquemécatl”, en ese momento convertido en un floreciente negocio con mesas, meseros y bastantes clientes los que disfrutábamos (ahora yo lo mantengo “a raya” de mi rigurosa dieta JA!), los exquisitos “chamorros”. Posteriormente ambas familias con hijos volvimos aquel que, en ese momento, era todo un restaurante con gente “esperando turno” para entrar.

Obviamente había dejado atrás el diminuto espacio que llegó a ocupar en el “auto lavado” (que después fue de su propiedad) cuando recién lo conocimos.

Ahora contaba con una barra de quizá 5 metros donde, colocadas ordenadamente, permanecían calientes unas enormes cazuelas de barro con diferentes guisos. La otrora reducida caja de cristal aumentó en tamaño y cantidad de chamorros que seguían reluciendo brillantes y apilados. Contaba con espaciosos refrigeradores con aquella cerveza norteña con la cual inició ese pujante establecimiento.

¡Qué gusto ver el triunfo de aquel “gangoso de Chihuahua” producto de un esfuerzo constante e ilimitado!

Era casi imposible encontrar estacionamiento. Alguna que otra vez nos pusimos de acuerdo con los compadres Gómez e hijas (ya he comentado que una de ellas es nuestra querida ahijada la doctora Karla Virginia).

Como actualmente ninguno radicamos permanentemente en CDMX, hace años que dejamos de frecuentar los deliciosos e inolvidables “Chamorros de Tlacoquemécatl”.

¡Un saludo y salud! a aquel visionario procedente del “Estado más grande de nuestro País” que llegó a la Capital para, después de sobrevivir, ¡SOBRESALIR…! empezando (como mencioné) con una bicicleta y logrando al cabo de 47 años fincar un incomparable emporio en “su ramo”.

”LA CONFIANZA EN SÍ MISMO ES EL PRIMER SECRETO DEL ÉXITO”

Otros escritos que te pueden interesar...

A través de una vida ligada al Turismo, a la Comunicación, a la Promoción y la Mercadotecnia hoy la tecnología me permite transmitirte, en diversos canales, los diferentes ámbitos de algunas de mis experiencias, ocurrencia, anécdotas, etc. por el mundo, tanto como turista como por estudioso del Turismo.

Es por ello que, con gran emoción, te presento a: «Gastando Zapatos», deseo disfrutes de mis escritos y me encantaria escuchar tus comentarios, ya sea a traves de este sitio web o alguna de mi redes sociales.

Turismo son experiencias !
“Viajar es conocer y conocer es vivir “
Tu amigo e incansable viajero…
Luis Eduardo Ros

Deja un comentario