Ahora el recorrido era largo hasta “Marrakech” por aquellas
extraordinarias y modernas autopistas que parecían mesas de boliche. A orillas del camino se podían observar las
i interminables extensiones de tierras y campos cultivados !
Nos detuvimos en un centro comercial donde me impresionó que en aquella época, todos los televisores que se vendian, fueran de
“pantalla plana”, siendo que en Latinoamerica todavía se comercializaban las
“televisiones de cajón”…
Al llegar nos alojaron en un bello hotel que decían había sido un Palacio, con esa arquitectura morisca
(como extraído de:
“Aladino y la lámpara maravillosa”).
Una vez instalados iniciamos nuestros recorrido comenzando con
“Las Tumbas Saadíes”
ubicadas a un costado de
“La Mezquita Moulay Al-Yazid”,
en “El Barrio la Kasbah”.
“Zoco”:
principal mercado de Marrakech donde observé varias carnicerías anunciando “carne de camello”;
así como locales vendiendo
“pan artesanal”
(destacando “el pan árabe o de pita” ).
Una infinidad de puestos de aceitunas y encurtidos adornan con su aroma y color la entrada a
la “Yamaa el Fna”.
Miles de personas y actividades se juntan abarrotando
el mercado y sus calles adyacentes.
Catalogada como
“Patrimonio inmaterial de la Humanidad”
esta “Plaza”
es un símbolo de la ciudad desde su fundación en el siglo XI.
Se puede ver una concentración excepcional de tradiciones culturales marroquíes que se expresan a través de la música, la religión, así como otras manifestaciones artísticas.
Situada a la entrada de la Medina, este espacio triangular
(rodeado de restaurantes, tiendas, hoteles y edificios)
es el escenario cotidiano de actividades comerciales y de diversiones.
Es un lugar
(durante el día y llegada la noche)
de encuentro para los habitantes de la ciudad, pero también para los extranjeros.
Nosotros, por sugerencia del guía,
regresamos al caer la tarde. Desde el segundo piso de una cafetería,
bebiendo el típico “té marroquí”,
observamos en minutos
(mientras se ocultaba el sol)
cómo se iba transformando
“La Plaza”
al instalarse toda clase de “marchantes”con puestos tipo “Tianguis” y comercio informal “bien organizado”
donde, como dije, propios y extraños venden y compran.
Fue entonces cuando bajamos a
“gastar zapatos”
por este inigualable foro preparado para adquirir fruta, degustar manjares tradicionales
(una sopa de tomate, de lentejas o los típicos garbanzos colmados de jengibre con “su intenso, picante y aromático sabor”).
Vimos cómo un vendedor ofrecía,
sobre una plancha caliente,
“hamburguesas de camello”.
No se me antojó probarla porque escuché que
“era poco seca y difería bastante de lo que se podría catalogar como tierna”
Había también adivinos, prestidigitadores, curanderos, predicadores, tatuadores con alheña
(“henna”),
así como trovadores, juglares, bailarines, músicos, jugadores de azahar
y los impresionantes
(recordé cuando niño en caricaturas o en alguna película)
“encantadores de serpientes” (cobras).
Personajes con turbantes, babuchas puntiagudas y que,
“flauta en mano tocaban una música que hacía salir a los reptiles de una cesta de mimbre siguiendo atentas el movimiento y el sonido”
Con esta imagen hicimos realidad una que teníamos almacenada, recalco, desde la infancia.
Por ahí escuchamos a los “bardos” (“imayazen”) artistas que aún hoy día combinan palabras y gestos para enseñar, divertir y cautivar a la audiencia, improvisando y adaptando textos antiguos haciéndolos accesibles a todo tipo de público.
Era como si formáramos parte de un cuento.
i Humo, aromas llenos de condimentos y especias !
¡ Toda la gama de colores moriscos !
“La Plaza” rodeada de “mezquitas”, importante lugar de intercambio cultural que goza de protección oficial desde 1922.
Sin embargo la globalización y el turismo masivo resultan invasivos y representan una fuerte amenaza para este espacio natural.
Por lo anterior dada la fama de
“Yamaa el Fna”
las prácticas culturales del lugar podrían verse afectadas debido a la transculturización.
Para nosotros terminaba la noche regresando al hotel colmados de experiencias y emociones.
Al día siguiente continuamos el recorrido, visitando un enorme “Mercado de Artesanías”,
de ésos que me atraen de manera particular por el tema de turismo, el manejo de los guías, sus comisiones, etc.
Ahí compramos
(con el consabido “regateo”)
como “souvenirs” para familiares y amigos los representativos
“tajine”:
“que es un recipiente para cocinar fabricado en barro cocido, y compuesto por un plato hondo y una tapa de forma cónica elaborado originalmente por los “bereberes”, primeros habitantes de la región del Magreb. Además de al recipiente, también se llama “tajine” al guiso que se prepara en él…”
Luego conocimos otro palacio y caminamos por la parte más antigua de Marrakech y por sus calles peatonales.
Después me condujeron a una
sala de “terapia corporal” donde me aguardaba una masajista
(solicitada con anticipación)
cuyas únicas palabras en inglés para preguntar si estaba o no conforme con el servicio eran:
“Good” y “no good”.
El masaje comenzaba
(Una vez sentado en una tinaja de barro con agua muy caliente)
por los pies,
forma que, aunque me parecía extraña, dio excelente resultado.
Esa tarde “libre” aprovechamos para descansar ya que en la noche el guía pasaría por nosotros para asistir a
“una cena show ecuestre”
en las afueras de la ciudad. Llegamos al desierto:
el sitio era un rectángulo muy grande rodeado de pocas gradas. Habían unas blancas, mayúsculas y cuadradas tiendas de campaña de donde
(después de la primera parte del
la exhibición de caballos,
entre telares, vajillas y mesas muy bien puestas con el imprescindible “toque árabe”),
empezaron a desfilar las viandas,
apareciendo los “ tajines”
(ya describí qué son)
y nosotros a saborear cada platillo de esa gastronomía qué tanto disfrutamos Dolores y yo.
“El cuscús” de harina de trigo,
carne en ciruelas y almendras,
(siguiendo sus costumbres comíamos con pan de trigo o de cebada y hasta con las manos )
y muchos platos más.
Para cerrar
“con broche de oro”
llegaron los postres que tanto nombre le dan
a “la cocina árabe”. Esa noche paladeamos los exquisitos “Cuernos de gacela” y “ agua de rosas”.
Es a través de España como se introducen a América esas exquisiteces.
“…cabe mencionar que los “Cachaps” son un dulce con legado árabe único en el mundo, exclusivo de Paterna, Valencia, España…”
Terminamos aquella memorable “cena” con el imprescindible té,
Recuerdo que al salir nos mostraron la luna asomándose
por las montañas
“… de la cordillera del Atlas, espectaculares vistas de la propia naturaleza que ese mágico paraje nos ofrecía. Allí se localizan aldeas habitadas por tribus bereberes anclados en las costumbres ancestrales que muchos creían ya extintas, conocido también como “Valle Feliz”…”
A descansar,
Revisar maletas para el otro día
i trasladarnos a Casa Blanca !
*Nota: Algunas imagenes fueron recolectadas de internet, el objetivo es representar con dichas imagenes lo escrito, ya que no siempre me es posible utilizar imagenes propias debido a su antigüedad o calidad de las mimas.