El tío Paco y sus «pacoliaridades»

Ciertamente es complicado poder comprobar las versiones del pasado cuando ya muchos de los protagonistas y personajes han fallecido, por ésto me he dado a la tarea de ir corroborando versiones con familiares mayores o quienes convivieron de cerca con el tío «Paco». Cualquier equivocación o tergiversación «ustedes disculpen», lo que pretendo es resaltar esa singular personalidad del tío por lo tanto me aventuraré a contar algunas de sus anécdotas.

Francisco Ros Llopis, hermano menor de mi padre, nacido en Zamora Michoacán (según él: «sitio de donde son los mejores aguacates del mundo»), además de un gran coleccionista (probablemente de ahí mi similar afición) cuentan que por épocas diferentes fue en México el mejor de : autos antiguos, monedas, relojes.

Una de sus anécdotas, que a menudo cuento, es que viviendo de joven en San Andrés Chalchicomula se le ocurría cualquier domingo de aquéllos acudir a la Plaza (vestido con un «traje-bermudas», antiguo, de «marinerito») a dar «la vuelta» en un «triciclo»/velocípedo» o/»grand-bi» impresionando a quienes lo observaban (sobretodo a ellas).

También en San Andrés, años más tarde, con el poco tráfico de «aquél entonces» le dio por «circular de reversa». Según dicen así condujo por un par meses.

Posteriormente convenció a dos amigos de escalar el «Citlaltepetl»/»Pico de Orizaba»: uno con bulto de cemento, otro de cal/arena y él con una cruz de fierro a cuestas. Conforme subían sus dos amigos «se echaron pa’trás» llegando, él solo, con la cruz hasta la cima para posteriormente bajar dos veces más por el material restante. Encendió una fogata desbarató la nieve, preparó la mezcla y colocó, en vertical, la cruz. Se dice que aún permanece donde, entonces, la fijó; yo sólo la he visto en fotos.

Para su matrimonio con tía Isolina (originaria de Silla, Valencia, España), en el mismo San Andrés, cuentan que compró una casa nueva, suficiente provisión/víveres para permanecer, más de un mes, «a cal y canto» celebrando su «luna de miel».

No acostumbraba viajar con maleta. Hubo un tiempo en que se vestía de traje con camisa a cuadros, me mostraba la bolsa del saco para que viera que llevaba sólo el pasaporte y el boleto de avión; me decía que le costaba más dinero: llevar maleta, tiempo en bandas y revisiones, maleteros, lavandería y/o tintorería, preocupaciones a comprar ropa interior, camisa, (cuando eran más días hasta traje), cambiarse, dejarla ahí y … «asunto solucionado».

Cuando estudié en la Ciudad de México y lo visitaba, veía su auto «mercedes» azul cielo aparcado en la calle (teniendo cochera) abierto y las llaves puestas con el objeto, según él, de que algún indigente pasara la noche dentro del auto; por la mañana que se subía, lo saludaba, lo despedía, y «se arrancaba». Ese coche que sirvió, también, como alojamiento tuvo un final triste ya que transitando por «Francisco del Paso y Troncoso» en el crucero de «Fray Servando Teresa de Mier» otro auto, al pasarse la «luz roja»,  lo «chocó» y aunque el tío Paco salió «regularmente librado» (en el impacto se lastimó un hombro)  no sólo se apeó y ¡ahí lo dejó olvidado! …sino evitó acudir a un hospital a revisarse…

Contaba, entre otros, con amigos influyentes uno de ellos: el «Director del Metro de la Ciudad» quien le consultó sobre un problema recurrente con una pieza en los «molinetes» o «barreras de acceso». El sistema era francés y, por el uso, sufría constante desgaste lo que ocasionaba un gasto importante. El tío lo analizó, investigó, hizo pruebas y fabricó la pieza que se necesitaba para acabar con aquel asunto. En «ese entonces» cobró un millón de pesos por «la primera pieza» y las siguientes a un centavo.  Cambió todas las piezas de las entradas del Metro y «santo remedio» ( esa versión él me la platicó).

Decía mi primo Miguel que en su viaje a Detroit estando el tío en el Hotel llegó a buscarlo, directamente por su nombre, un enviado del Sr. Henry Ford quien deseaba adquirir una «maquinita» que él poseía, igual a otra que tenía Ford (ambas fabricadas en Inglaterra). Aunque aquel señor, para comprársela, le extendió un cheque en blanco el tío «olímpicamente»  ¡lo rechazó!.

Cuando alguna vez le pregunté por «la famosa» máquina de ferrocarril que veía en su casa me contestó que la tenía reservada para que, a su muerte, permaneciera encima de su lápida.  «¡Nadie irá de visita por mí, decía, pero estoy seguro que mucha gente acudirá a conocer la máquina! Entiendo que esa voluntad no se llevó a cabo, tampoco tengo idea dónde quedó, a su muerte, esa ¡máquina de vapor!

Mis primas Marisol y Amparo me cuentan que convivieron mucho con Don Arturo Quintana ya que era muy amigo del Tío.

Al respecto oí que una ocasión que el Sr. Quintana invitó al tío Paco a una fiesta muy formal (etiqueta) él asistió sin llevar la invitación y de «overol» (ya que algunas veces así vestía). Obviamente en la entrada la recepcionista le negó el paso; tuvo que ser el propio Don Arturo quien, no sólo dio la instrucción de dejarlo pasar sino, acudió hasta la puerta a ¡darle la bienvenida!.

Fue el Sr. Quintana, propietario de la que fuera la más grande constructora de México de carreteras y puentes por muchas partes del mundo, especialmente en Latinoamérica quién le compró, al tío Paco, un lugar mágico al pie de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl (cerca de «El Paso de Cortes» y de la población de Amecameca) » Coapexco» sitio al que de niño me llevó mi padre (con el propósito de ver el  funcionamiento de una «sierra eléctrica Mcculloch» novedad en México) impresionándome la belleza del lugar.

Años más tarde don Arturo le comentaría al tío Paco que había adquirido la fachada de un Hospital Psiquiátrico llamado «La Castañeda»

«Paco: ¡no sé qué hacer con éso!»

el tío le aconsejaría: ¡hay que llevarlo al lugar que te vendí en Amecameca!

Arturo: ¿será posible, cómo?

Claro que se puede, si han trasladado Castillos del Reino Unido a Estados Unidos de Norteamérica,

¡yo me encargo!» dijo el tío Paco.

Nos lo llevamos yo coordinaré  e «ICA» (la constructora) operará.

Desmontaron y el tío enumeró piedra por piedra y así enumeradas las volvieron a montar dando como resultado la legendaria (fachada) de la «Castañeda». Entiendo que posteriormente «….se donó la propiedad a «los Legionarios de Cristo» …»

«Hoy en día, el hermoso inmueble forma parte de la adaptación de la serie televisiva española “Gran Hotel”, como “El Hotel de los Secretos”.

 Así podría seguir contando más historias extraordinarias e increíbles de mi tío Paco …

 ¡»aunque usted no lo crea» !

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