Atlanta 147 ... Ciudad de México.

Atlanta 147 … Ciudad de México.

Me había inscrito en la «Universidad La Salle» («campus Ciudad de México») para la «Carrera de Licenciado en Administración de Empresas».
En 1972 nos trasladábamos hacia la Capital:
mi amigo Octavio Pérez Morales su primo Ernesto Martínez Rahme y yo encontrándonos allá con Francisco Orbezo Hernández también «paisano» nuestro.
Paco, Ernesto y Octavio vivían en la Col. «Condesa» y yo
en la «Noche Buena» (en la calle «Atlanta #147»)
«pensión»/ «casa de pupilos»/»de asistencia»o de «huéspedes»
propiedad de la Sra. Carmen Espinoza de Laraque
(oriunda al igual que su familia de Córdoba, Veracruz).
Dicha «casa» me la recomendó otro amigo y compañero desde la primaria, que ya radicaba ahí, Héctor Orozco Krauss (estudiante de «Diseño» en la UNAM).
Así es que desde mi arribo hasta el fin de mi «Carrera Profesional» ese lugar tan especial sería «mi morada».
Ahí encontré estudiantes y profesionistas de varios sitios del País inclusive extranjeros.
(conservo amistad, después de 46 años, con varios de ellos).
Deseo destacar en primer lugar a Dolores
(que luego se convertiría en mi esposa y a mi cuñada Casandra, las dos procedentes de Cd. Juárez, Chihuahua),
lo mejor que me sucedió en esa casa de «Atlanta # 147» y en mi vida.
A mi querido amigo y ahora compadre Gerardo Gómez Schlie
(egresado de Ingeniería de la U.N.A.M.)
ahí llegaba a visitarlo quien después sería su esposa y comadre nuestra: Virginia (los dos de Chiapas)
padres de la brillante y querida ahijada Karla Virginia
(próxima a terminar su «Doctorado» el cual detallaré en su oportunidad).
Luz Marina Corchuelo, Melba Vélez
(ambas colombianas y con hijos nacidos en México)
que curiosamente se conocieron a través mío, décadas después, y no en la «casa de huéspedes» sino en uno de mis viajes a Bogotá.
Las dos fueron, en épocas distintas, a hacer sus postgrados a la UNAM.
También colombiana, Ceci, otra de las pensionista.
De Córdoba, Veracruz:
Vivian Pitol Pastora con un talento extraordinario en sus manos que la convertiría en una famosa y destacada pintora,
Lalo Vega López hoy flamante «Director de la Facultad de Economía de la U.N.A.M.»,
Héctor Rojas Orozco, entonces, el más joven de «la pensión»,
Emilio del Valle (terminó sus estudio de «Ingeniería en la U.N.A.M.) al poco tiempo contrajo nupcias en Fortín a donde asistimos varios de los «pupilos».
De Mazatlán, Sinaloa:
los hermanos Pepe y Quique Collar
(ambos estudiantes en la U.N.A.M.),
De Culiacán, Sinaloa:
Gelos Gastelum
(con una voz muy grave)
De Obregón, Sonora:
«La china».
También de Chiapas
Rosita Cristiani
(que hablaba muy rápido),
Paty Cervantes
(que trabajaba para «Western Airlines» y que generalmente lucía su uniforme rojo).
Una corta estancia estuvo mi prima Elsa Foglio (+) de Tijuana, B.C.,
al igual que mi primo Goyo Cano de San Andrés, Chalchicomula.
(quien junto con Héctor Orozco contaba «chistes», que nos desternillaban de risa, hasta «altas horas de la noche»).
También vivió «un tico»
(estudiante de «post-grado» en la U.N.A.M.)
quién, para tomar tranquilamente «su siesta de la tarde» evitando cualquier ruido,
le ponía en «sus comederos» cacahuates picados en uno y tequila en otro al «parlanchín de Lorenzo el loro» ¡ja!
propiedad de Lulú, hija de Doña Carmen, que residía ahí y
(estudiaba el «Doctorado» en la U.N.A.M.).
Cómo olvidar al «comerciante» Yutaka de Japón quien, fascinado con los «tacos» y los «cebollines» de «El Tizoncito», le propuso a uno de sus taqueros llevárselo a Tokio.
Él y mi hermano Rodrigo
(estudiante de «Veterinaria de la U.N.A.M.)
hicieron buena amistad al igual que
con Issac Posadas de Vigo, España
(del que ya comenté en otro de mis escritos).
Los dos hicieron varias competencias por citar:
el que aguantara más tomando tequila, en ésa ganó Rodrigo
y otra el que aguantara más sentado en una «plancha de hielo»
en ésa ganó Issac.
Otro japonés, Tatsu, rebautizó a Elvia (una de las auxiliares) como “Tacanene”.
Los japoneses venían a perfeccionar el español y a cursar una materia en la U.N.A.M. (“Problemas Económicos, Políticos y Sociales de México”) con el fin de que las empresas que los empleaban entendieran mejor al País con el que sostendrían lazos y negociaciones (en este caso) Japón con México.
De CDMX:
Dora Griselda Arroyo (Dorita o Gris)
(coincidimos todos los años que viví en la pensión)
Hubo una etapa en que llegaban a comer mis cuñados Guillermo y Oscar así como mi hermano Agustín; grandes charlas entre ellos a la que se sumaba Gerardo (los cuatro egresados de la U.N.A.M.)
Cuando llegué había otro chiapaneco con quien tuve una muy buena relación y pese al paso del tiempo lo recuerdo con mucho aprecio:
Juan José Fuentes García.
Con él vivimos situaciones anecdóticas tanto en la «casa de huéspedes» como en Tuxtla, Gtz. hasta donde lo acompañamos en un memorable viaje de ida y ¡muy acontecido de regreso!,
(ya que el «Mustang» de Gerardo se descompuso en plena carretera y a deshoras, no encontrando quién lo arreglara hasta al día siguiente, por lo que tuvimos que pasar la noche en el auto).
¡ Llegamos agotados a la «casa» pero muy contentos por aquella imborrable experiencia de juventud!
(mi primera visita a ese Estado Fronterizo del Sur donde, sumado a un «montón de circunstancias», pude saborear entre su rica cocina el famoso “tasajo”).
Atlanta #147 era una casa grande de estilo “art deco”, con entrada de doble techo; colgado de una de las paredes un espejo de más de 2 mts. La sala adornada con unos grandes y valiosos «tibores chinos» de más de metro y medio y finos muebles. Tenía una amplia «escalera en espiral» (con ventanales y emplomados para darle luz) que desembocaba en las habitaciones «para ellas».
Era otra época, otro estilo, otro gusto…
¡“ Un buen gusto” !.
El comedor era muy grande y con buenos muebles, adornando las paredes unos medallones con aves.
Cocina amplia donde se preparaban las tres comidas para todos los huéspedes.
Al fondo de la casa se adecuó un anexo (con cinco habitaciones) al que le dimos el nombre de «Consulado de Chiapas y Veracruz».
En el patio de atrás «Lorenzo (el loro)» pasaba el día en su jaula entre gritos y parloteo
(colocada entre un sinnúmero de macetas y plantas junto al ventanal de piso a techo)
que tapaban cuando empezaba a «caer la tarde» para ayudarlo a respetar sus horas de sueño.
Por unos meses llegaron de visita los muy queridos amigos de Gerardo
Rafael Aguilar así como los hermanos Jiménez:
Moy, César y Hugo (éstos últimos ya habían sido huéspedes)
Atlanta #147 contaba con personal dispuesto, eficiente y muy responsable
¡para atendernos a TODOS!:
Chucha en la cocina con un exquisito sazón y, como dije, lista para servirnos oportunamente: desayuno, comida y cena.
Su hijo Serafín («mil usos» con ganas de ayudar en lo que «hiciera falta»).
Lala encargada de «lavado y planchado de ropa»
(ellos provenientes del Estado de Tlaxcala).
Tacha y Elvia dos jovencitas que hacían la limpieza de la casa.
¡todo caminaba en orden coordinado, magistralmente, por la querida «Tíanita» quien era el alma y el corazón de esa casa!
Meticulosa, puntual y cuidadosa en todos los detalles, la casa marchaba como un “reloj suizo”. Había tenido «pensión» por muchos años así que se sabía el “teje y maneje» a la perfección.
¡Ah! y por si fuera poco (a sus 80 años) todavía gozaba de muy buena visión pues leía y tejía sin lentes.
Al preguntarle si tenía algún «secreto» sobre su buena salud y vista, contestaba:
“tomar una cerveza todos los días y no salir a la intemperie con los ojos calientes”.
Desbordaba cariño para todos, además de contagiarnos con su espíritu jovial y alegría por la vida.
Pudiera escribir muchos capítulos sobre esos cinco entrañables años de mi vida estudiantil (plenos de vivencias) en «Atlanta #147»
de donde salí con novia para luego ser
¡mi gran compañera de vida !
«L y L»

*Nota: Algunas imagenes fueron recolectadas de internet, el objetivo es representar con dichas imagenes lo escrito, ya que no siempre me es posible utilizar imagenes propias debido a su antigüedad o calidad de las mimas.

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