Había ingresado al “Instituto Cordobés” siendo maestra de “Primero de Primaria” la Srita. Mª Dolores Espinosa de los Monteros. Debido al “cuadro de asma” que padecía (del que ya he narrado varias veces) dejé de asistir más de la mitad del “Ciclo Escolar” por lo que hube de “repetir” “Primero” con la maestra Lolita en su, para entonces, recién abierto “Colegio (mixto) “La Paz” (relaté sobre él en otro escrito).
Ese “Instituto” (cuando era sólo de varones) se ubicaba a media cuadra de “Catedral” habiendo sido (siglo atrás) un convento y luego propiedad de la familia Ros entre los 50tas. y 60tas.
Una construcción antigua de grandes y anchos muros destruidos por los años. Recuerdo, en su momento, un patio interior rodeado de arcos, en el centro una fuente y el piso con losetas también de piedra.
Mi salón tenía a un costado un enorme arco de “medio punto”, una puerta de madera “adaptada” donde al bajar apróx. 2 ó 3 escalones se apreciaba un desmedido “pizarrón” que cubría toda la pared de enfrente.
Había un segundo piso muy elevado a “doble altura”, al que se llegaba a través de una escalera en piedra que yo veía descomunal.
Arriba en el ancho pasillo estaba un antiguo piano pegado a la pared donde el maestro Jiménez impartía sus “Clases de Música”. En el “Coro” que formó de cuatro voces me integré en la “1era” ó “soprano” (por la agudeza de tono que alcanzaba a los 7 años) participaban alumnos de casi todos los “grados de Primaria”; al colocarnos hacíamos un medio círculo detrás del maestro. A mi (por ser de los más chicos) me tocaba justo al lado derecho del piano. El maestro me animaba al decirme que era ”entonado” y desde luego yo me lo creía. Me gustaba escucharme cantar con mis “agudos chillones”.
El Maestro Jiménez era el responsable de lo concerniente al órgano que se encontraba en lo alto y parte posterior de la hoy Catedral de la “Inmaculada Concepción” en el centro de mi ciudad natal Córdoba.
Se escuchaba en las Misas, cómo desde arriba en el llamado “Coro” el maestro tocaba el órgano de acuerdo a la celebración que se estuviera llevando a cabo: “quince años”, “bodas”, “defunciones”, “eventos especiales”, etc., etc. En ciertas ocasiones intervenía el “conjunto coral”. Ahí como parte de él tuve el privilegio de cantar, tomando en cuenta la recomendación del maestro Jiménez (en aquella época) de no probar alimento 3 horas antes de la actuación. El maestro no variaba su indumentaria pues siempre usaba: saco, corbata de moño, pantalón de “casimir” un sombrero y un maletín donde cargaba las partituras.
“…En México desde la segunda mitad del siglo pasado no se puede pensar en órgano sin considerar a Juan Torres como el creador del concepto “Órgano Melódico” quien fue, ni duda cabe, una institución de la música popular a la que le hizo su máxima aportación: sacar el órgano de las Iglesias y volverlo instrumento de fiesta y baile…”
Cada vez que anunciaban a Juan Torres, recordaba al maestro Jiménez de quien no volví a tener noticias.
Al paso de los años fui perteneciendo a otros coros pero obviamente pasada la adolescencia ahora poseía el registro de la “cuarta voz” ó ”tenor”.
Posteriormente fui el que movía el pandero en la “Estudiantina del Colegio “La Salle”.
Los años pasan y hoy agradecido recuerdo a los maestros: Jiménez que le dio valor y entonación a mi voz, al maestro Alegre con quién tomaba clases de piano los sábados. (lo mencioné en otro “Gastando Zapatos”), así como al maestro y Hermano Lasallista Raymundo Vera, quien tocaba el acordeón y dirigía el Coro.
Mi amoroso reconocimiento a mi madre quien invariablemente estuvo atrás de toda esa instrucción musical.
Entre aprender a leer “partituras”, “solfeo”, “notas”, “figuras musicales”…
¡“el pentagrama” se me extravió Ja!
¡Ahhh!
-¿Qué sí sé tocar o cantar?…
¡Algo aprendí!
Sobre todo de qué me gusta,
¡me gusta!
“La música es la banda sonora de la vida”
Dick Clark
