”Arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma… ”Bravooo”!!!”

”Arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma… ”Bravooo”!!!”

Un “Gastando Zapatos” con especial dedicatoria

Recientemente sintonicé la “Ceremonia de Entrega de los Premios Princesa de Asturias 2022” celebrada en el “Teatro Unamuno” de la ciudad de Oviedo, España. Evento por demás importante dado los galardonados, al respecto (en Ciencias Sociales por su «extraordinario rigor intelectual para reconstruir las civilizaciones de México y Mesoamérica”) al arqueólogo mexicano Eduardo Matos Moctezuma (81 años).

Doctorado en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y a quien se le atribuye, entre otros hallazgos, el descubrimiento del “Templo Mayor” a finales de la década de 1970. Un enorme sitio arqueológico de la antigua Tenochtitlán, la capital del “Imperio Azteca” hoy Ciudad de México.

Por ahora no me referiré a su vasta trayectoria, sino a las varias aristas que según mi percepción abarcó su “discurso de agradecimiento” al resaltar que: «México y España están unidos por lazos indisolubles…” (palabras que posteriormente ratificaría el Rey Felipe VI) remarcando además que en las situaciones coyunturales actuales no hay que perder “La Memoria Histórica” como cúmulo de experiencias de un pueblo.

Aquí fragmentos de sus palabras:

Majestades,
Altezas,
Queridos premiados,
Señoras y señores:

Los premios enaltecen y nos inducen a seguir adelante. Establecen un compromiso entre el destinatario y su propia conciencia. Los premios y reconocimientos no son sólo para las personas o instituciones a quienes se les otorga: son también para aquellos maestros que nos formaron; para las instituciones que nos apoyaron en el transcurso de nuestro devenir académico y que hicieron posible desarrollar nuestro conocimiento, ya en la investigación, ya en el desempeño de nuestro quehacer.

De mis maestros recuerdo con especial cariño a muchos de ellos… También a aquellos que llegaron a México a raíz de la Guerra Civil española y que fueron para mí faro de sabiduría… 

…No puedo dejar de mencionar a quienes, aunque no fueron mis maestros en las aulas, sí lo fueron con sus obras. Me refiero a Don Manuel Gamio, por su visión integral de la antropología… 

De las instituciones, la Escuela Nacional de Antropología e Historia fue mi Alma mater y en sus aulas me formé como arqueólogo. El Instituto Nacional de Antropología es la institución a la que he pertenecido por más de seis décadas. Ingresé siendo estudiante y hoy soy investigador emérito de la misma.

Penetrar en el pasado para traerlo al presente ha sido la labor que de manera constante he desempeñado a lo largo de mi vida. Esa moderna máquina del tiempo que es la arqueología fue el medio para lograr trasponer el tiempo mismo y llegar ante los pueblos que nos antecedieron en la historia. Así, la historia y la arqueología nos llevan frente a las sociedades del pasado y nos muestran que muchas de ellas fueron creadoras de avances importantes y que, en su devenir, surgieron imperios y gobernantes poderosos que en su soberbia creyeron que serían eternos, pero no fue así. 

La historia es implacable en sus juicios. No se puede pretender manipularla ni cometer el despropósito de tergiversarla. 

Mala consejera es la ignorancia que en muchas ocasiones lleva a la mentira. La historia la escriben los pueblos. Ellos son forjadores de futuros mejores…

…Lo que hoy son nuestros dos países venían, de siglos atrás, arropados en sus propias historias;

…En el año de 1521 se dio la conjunción de ellas. En aquel año ocurrió el encuentro de dos maneras de pensar diferentes, de sociedades que tenían su propia visión del universo. Alfonso Reyes, hombre universal, ha relatado en su “Visión de Anáhuac” aquel pasaje, cuando las huestes de Hernán Cortés vieron por vez primera las ciudades mexicas de Tenochtitlan y Tlatelolco en medio de los lagos del centro de México. Dice así su relato:

“Más tarde, la ciudad se había dilatado en imperio, y el ruido de una civilización ciclópea, como la de Babilonia y Egipto, se prolongaba, fatigado, hasta los infaustos días de Moctezuma el doliente. Y fue entonces cuando, en envidiable hora de asombro, traspuestos los volcanes nevados, los hombres de Cortés (“polvo, sudor y hierro”) se asomaron sobre aquel orbe de sonoridad y fulgores, espacioso circo de montañas.

A sus pies, en un espejismo de cristales, se extendía la pintoresca ciudad, emanada toda ella del templo, por manera que sus calles radiantes prolongaban las aristas de la pirámide” (Reyes, 1915).

En la primera parte de la conquista, el enemigo a vencer por las huestes de Hernán Cortés y miles y miles de aliados indígenas enemigos de Tenochtitlan, eran los mexicas o aztecas. Lograda la victoria militar el 13 de agosto de 1521, comenzaba la segunda parte: la conquista espiritual en manos del aparato ideológico representado por la iglesia, en tanto que se continuaba la conquista de otras regiones para conformar la Nueva España. Varios siglos debieron de pasar bajo el nuevo orden peninsular con cambios en lo económico, político, social, y religioso. Esta situación se vio interrumpida cuando las fuerzas insurgentes alcanzaron la victoria y surgió la nueva nación en el año de 1821. El México independiente iniciaba su propio camino. Pocos años después, en 1836, nuestros dos países acordaron el Tratado de Paz y Amistad y entablaron relaciones diplomáticas después de largas luchas: México reconocía a España y España reconocía a México como nación independiente. Buen ejemplo para superar pasados agravios.

La historia nos muestra, a lo largo de los siglos, que toda guerra conlleva muerte, destrucción, desolación, imposición, injusticia y violencia. España lo ha vivido en carne propia. México también. 

Esto no se olvida, pero tampoco podemos anclarnos en el pasado y guardar rencores, sino mirar hacia adelante. En esto, México y España deben dirigirse hacia un futuro promisorio.

Todo reconocimiento conlleva honra, pero también gratitud de quien lo recibe. Llegan a mi memoria las palabras de Miguel de Unamuno, Rector de la Universidad de Salamanca, quien el 12 de octubre de 1936 en aquel recinto del saber dijera palabras sabias que pronto fueron acalladas por voces intolerantes que no desearía volver a escuchar en la faz de la tierra. 

“Estos Premios que hoy recibimos en esta Casa de las Musas son un canto a la inteligencia. Las universidades y las academias son los espacios donde se cultiva el pensamiento y la razón. 

La Universidad Nacional Autónoma de México, con su historia previa de más de cuatro siglos, ha sido forjadora de miles y miles de hombres y mujeres que a lo largo del tiempo han dado grandeza a México por medio de la ciencia y las humanidades. Esta institución es la que propuso mi candidatura para el Premio Princesa de Asturias. Su Rector, el doctor Enrique Graue, ha sabido llevar con dignidad y prudencia los destinos de nuestra universidad. La Academia Mexicana de la Lengua, establecida en el siglo XIX, a la que han pertenecido connotados especialistas que dan lustre al buen decir, fue la otra institución que promovió el que fuera considerado para tan alta distinción. Para su director, Don Gonzalo Celorio y mis pares dentro de la misma, mi reconocimiento.

Hoy, en Oviedo, ante la presencia de Sus Majestades los Reyes de España, su Alteza Real, Doña Leonor de Borbón y Ortiz, me hace entrega de la constancia que me acredita como destinatario del Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales.

Muchas gracias.

Luego la Princesa Leonor manifestó su interés por conocer más sobre la historia entre ambos países. 

Finalmente el Rey Felipe VI se expresó en forma clara, sencilla, mesurada y afectuosa diciendo:

“El arqueólogo mexicano Eduardo Matos Moctezuma reivindica con vehemencia los lazos indisolubles que unen a nuestros países. Lo hace desde el conocimiento profundo de la historia y la cultura de México, y con el aval de un intenso trabajo de análisis e investigación de las culturas mesoamericanas, por el que es reconocido internacionalmente.

Desde muy joven ha tratado de encontrar respuestas a las preguntas que nos plantea el pasado, de huir de los tópicos y leyendas que lo distorsionan y empobrecen la verdad. Hoy, le agradecemos su ingente tarea; el cariño y la sinceridad con los que defiende las relaciones fraternales y fructíferas entre España y México, al amparo de nuestra historia común y de nuestra convivencia de siglos.”

En Resumen:

El objetivo de la Ceremonia “fue premiar a las figuras destacadas de las ocho categorías que ponen en valor méritos científicos, culturales y humanísticos”. 

¡Significando y dignificando (desde mi punto de vista) las civilizaciones de nuestro País con un tratamiento antropológico, aclarando los aspectos positivos que unen a dos países divididos únicamente por el Atlántico y unidos por una Historia con raíces profundas e indisolubles! 

Por tanto en nosotros está 
construir o destruir, 
unir o separar,
permitir o rechazar.

¡Viva México!
Un país orgulloso de su mestizaje “entendiéndose como la creación de una cultura nueva a partir de la mezcla de dos o más preexistentes” (en este caso la indígena con la española).

Mientras tanto yo sigo gustoso:
¡“Gastando Zapatos”!

“La libertad no es un estado sino un proceso. Sólo el que sabe es libre. Sólo la cultura da libertad. No proclaméis la libertad de volar, sino dad alas; no la de pensar, sino dad pensamientos. La libertad que hay que dar al pueblo es la cultura”
Miguel de Unamuno

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